modelo de lectura dominguez
No tardaron en dejar atrás el bosque. Al poco rato,al mirar hacia abajo, nuestros amigos vieron que volaban sobre una gran ciudad. Se divisaban las casasy las calles, como si fueran de juguete. Esta ciudadera Santiago. La Hormiguita y el Duende vieron pasarbajo ellos la iglesia colorada de San Francisco, el cerro Santa Lucía, con elcañón que da las doce; la Plazade Armas, la Estación Mapocho, y siguieron volandorumbo al norte, con tal fuerza que parecía que jamásse detendrían. El Viento torció de repente y pasó muycerca del cerro San Cristóbal, con su carga de hojas.Era para hacerle un saludo a la Virgen.Después de cambiar muchas veces de dirección,el Viento dobló hacia la cordillera. Su gran voz roncagritaba, soplando entrelas montañas:-¡Abran paso, que aquí vengo yo, el Viento delOtoño! ¡Abran paso, que vengo con mi cargamentode hojas secas!
No tardaron en dejar atrás el bosque. Al poco rato,al mirar hacia abajo, nuestros amigos vieron que volaban sobre una gran ciudad. Se divisaban las casasy las calles, como si fueran de juguete. Esta ciudadera Santiago. La Hormiguita y el Duende vieron pasarbajo ellos laiglesia colorada de San Francisco, el cerro Santa Lucía, con el cañón que da las doce; la Plazade Armas, la Estación Mapocho, y siguieron volandorumbo al norte, con tal fuerza que parecía que jamásse detendrían. El Viento torció de repente y pasó muycerca del cerro San Cristóbal, con su carga de hojas.Era para hacerle un saludo a la Virgen.Después de cambiar muchas veces de dirección,el Viento doblóhacia la cordillera. Su gran voz roncagritaba, soplando entre las montañas:-¡Abran paso, que aquí vengo yo, el Viento delOtoño! ¡Abran paso, que vengo con mi cargamentode hojas secas!
No tardaron en dejar atrás el bosque. Al poco rato,al mirar hacia abajo, nuestros amigos vieron que volaban sobre una gran ciudad. Se divisaban las casasy las calles, como si fueran de juguete. Esta ciudaderaSantiago. La Hormiguita y el Duende vieron pasarbajo ellos la iglesia colorada de San Francisco, el cerro Santa Lucía, con el cañón que da las doce; la Plazade Armas, la Estación Mapocho, y siguieron volandorumbo al norte, con tal fuerza que parecía que jamásse detendrían. El Viento torció de repente y pasó muycerca del cerro San Cristóbal, con su carga de hojas.Era para hacerle un saludo a laVirgen.Después de cambiar muchas veces de dirección,el Viento dobló hacia la cordillera. Su gran voz roncagritaba, soplando entre las montañas:-¡Abran paso, que aquí vengo yo, el Viento delOtoño! ¡Abran paso, que vengo con mi cargamentode hojas secas!
No tardaron en dejar atrás el bosque. Al poco rato,al mirar hacia abajo, nuestros amigos vieron que volaban sobre una gran ciudad. Se divisaban las casasylas calles, como si fueran de juguete. Esta ciudadera Santiago. La Hormiguita y el Duende vieron pasarbajo ellos la iglesia colorada de San Francisco, el cerro Santa Lucía, con el cañón que da las doce; la Plazade Armas, la Estación Mapocho, y siguieron volandorumbo al norte, con tal fuerza que parecía que jamásse detendrían. El Viento torció de repente y pasó muycerca del cerro San Cristóbal,...
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