Mon Logos C Micos Personajes Femeninos
SUEÑO DE UNA NOCHE VERANO, William Shakespeare.
Acto Tercero. Escena II.
ELENA: ¡Mirad: ella también es de la conspiración! Ahora veo que se han entendido los tres
para organizar contra mí ese pasatiempo cruel. Ultrajante Hermia, amiga ingrata, ¿has tramado tú, has preparado esta escena de irrisión infame para atormentarme? ¿Has olvidado
acaso nuestra intimidad, nuestro cariño fraternal, las horas tan dulces que pasamos las dos
juntas cuando acusábamos el tiempo de ágiles pies porque adelantaba demasiado el momento
en que debíamos separarnos? ¡Oh! Todo eso está olvidado, todo: la amistad de la infancia, la
inocencia de la juventud. ¡Cuántas veces, Hermia, rivalizando con los activos genios tejimos ambas con nuestras agujas una misma flor, trabajando ante el mismo modelo, sentadas en un
mismo almohadón, cantando la misma canción en el mismo tono, cómo si nuestras manos,
nuestros corazones, nuestras voces y nuestras almas hubiesen estado incorporadas! AsÍ
crecimos juntas, semejantes a dos cerezas mellizas, que se diría que están separadas, pero que un lazo común las une; dos simpáticas frutas modeladas sobre el mismo tallo. Así es como, con
dos cuerpos visibles, no teníamos más que un solo corazón, lo mismo que en un blasón se ven
dos cuarteles iguales, perteneciendo al mismo escudo y coronados con una sola cimera. ¿Y
rompes el lazo de nuestro antiguo cariño y te unes a esos hombres para insultar a tú pobre
amiga? Eso no es proceder como una amiga ni como una joven. No se dirige a mí sola esta injuria, sino a todo nuestro sexo, por más que la sufra yo sola.
ELOISA ESTÁ DEBAJO DE UN ALMENDRO, Enrique Jardiel Poncela.
Prólogo.
MARIANA: No siempre, ¿sabes?; pero a ratos hay algo en él, en sus ojos, en su gesto, en sus
palabras y en sus silencios, hay algo en él, ¿no lo has notado?, inexplicable, oscuro, tenebroso.
Su actitud entonces conmigo, la manera de mirarme y de tratarme, las cosas que me dice y el modo de decírmelas, aunque no me hable de amor, todo ello no puede definirse, pero es
terrible, y me atrae y me fascina. En estos momentos siento que hemos venido al mundo para
unirnos y que ya hemos estado unidos antes de ahora. Pero esto no significa que existe en mi
algo anormal; ¿acaso soy yo la única muchacha a quién le fascina y le atrae lo misterioso y lo que no puede explicarse? Y, en otras ocasiones, que, por desgracia, son las más frecuentes, él
reacciona, como alarmado y arrepentido de haber descubierto quizá el verdadero fondo de su
alma: sus ojos miran como los de todo el mundo, sus gestos y sus palabras son los gestos y las
palabras de cualquiera y sus silencios están vacíos; se transforma en un hombre corriente;
pierde todo encanto; bromea y ríe; se recubre de esa capa insulsa, hueca, irresistible que la gente llama simpatía personal… Y entonces siento que uno y otro no tenemos nada de común,
y me molesta que me hable, y si me habla de amor me crispa, y no puedo soportar su
presencia y estoy deseando perderle de vista, porque entonces me repele y me repugna, ¡y te
detesto!
LA DAMA DUENDE, Calderón de la Barca.
Acto III.
DOÑA ÁNGELA:
Escucha, atiende.
Llamó don Luis turbado, entró atrevido, reportose osado,
Prevínose prudente,
pensó discreto y resistió valiente;
miró la casa ciego,
recorriola advertido, hallote y luego
ruido de cuchilladas
habló, siendo las lenguas las espadas.
Yo, viendo que era fuerza
que dos hombres cerrados, por fiereza,
no acaben de otra suerte
que con solo una vida y una muerte,
sin ser vida ni alma,
mi casa dejo y a la oscura calma de la tiniebla fría,
pálida imagen de la dicha mía,
a caminar empiezo;
aquí yerro, allí caigo, aquí tropiezo.
Estaba a sus umbrales
(¡cómo eslabona el cielo nuestros males!)
Don Juan, don Juan mi hermano…
(ya defiendo el decir mi nombre en vano)
él a la luz escasa
con que la luna mansamente abrasa,
pensó que era su dama, ...
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