MOSQUERA Gerardo El Diseno Se Definio En Octubre_54a83
Páginas: 60 (14839 palabras)
Publicado: 14 de octubre de 2015
CAPÍTULO liT
IIACIA EL DISEÑO
l. LA SENSIBILIDAD «JvlAQUINISTA»
LOS INGENIEROS
La solución de los problema~ culturales de b industtia, no obstante su dificultad, iba pcrfi':ándose a lo l:trgn de 1::: segunda mit~.d del siglo XIX. Pero,
como era de suponer, no la dc::cubtían primero los artistas ni los arquitectos, sino los ingenieros, los con;.t rnctorcs. Y asoma no en los productos de
largatradick)n cstél·!co-siml'<)!icn, sino en lo~ nJb; c0ncentrados en un desnudo fin utilitario, los que exigían una construcción mlis técnica y funcional
que cargada de mediaciones «culturales~, y más en los hijos legítimos de
la industria -es decir, (os nue,•os productos cuya tipología había tenido
que ser decidida por ella- que en sus hijos adoptivos -los productos
ancestrales cuyas tipologfas ellahabía heredado. En aquellos «zool6gicos»
de las exposiciones universales de la Belle tlpoque lo único que a veces
apuntaba al futuro era la jaula. Las grandes estructuras de acero de los pabellones y las g?.]erías de aquellas ferias de la máquina, de los graneros,
los barcos, los puentes, las fábricas, los invernaderos, los rascacielos de oficinas yanquis y otras contrucdoncs que respondían anuevas exigencias
económicas y sociales, estaban dominadas por un requisito funcional muy
escueto -que en el primer caso poseía además carácter efímero-, resué.to
mediante ensamblaje de partes estandarizadas de producción en serie, con
preocupaciones económicas y dentro de cierto descuido de tos añadidos
ornamentales. Descuido que en parte era consciente, al extremo de que
Ruskin advertía: «no hay quemezclar la ornamentación con los negocios»,
oponiéndose a la decoración de las est
racionales de aquellas construccicnes, donde asomaban los brotes de una
valoración estética de los elementos cstructur:tles en síy de su composición
funcional.
¡Gran revolución! ¡Se empezaba a sentir que los hierros podían ser
bonitos! Nacía una sensibilidad nueva, no conccptualiz?ch atín. Son elocuentes al r~spccto situ,ociones conHi b d,~ un hi~toriaclor de la arq;!Ítcctura tan
notable como James Fcrguson, quien a mediados de siglo inst,lba a los ar• 59
quitcctos a aplicar en su trabajo los mismos principios de laingeniería civil,
pero se mostraba incap:tz de indicarles cómo hacerlo.2 No debe extrañar
ti, según sabemos, era una sensibilidad que no se habfa gestado en el seno
de la «gente sensible», sino más bien entre el pragmatismo de los ingenie. ros. '3u De re acáificr;toría eran cuadernos de c:í!culos; sus órdenes, \'Ígas y
torn~:los. Su fuente estaba en un paulatino aumento del interés por conc:cbir yarmar 1as partes seriadas con un sentido estético que no quería
decir su nombre, en vez de «aplicar» lo estético a posteriori como decoración.
Al principio los artistas no comprendían nada de esto. Veamos el coment.lrio de Kiimpfen ante la Galcrfa de Máquir.as construida en París para
la Ex¡losición Univc1·sal de 1867:
.¡ ',
\.)
¿Palacio? ¿Es nombre apropiado para esta construcc10n [ ... }? ~o.
¡si esta palabra implica necesariamente la idea de la belleza, de la ele-
/ gancia y de la majestad. No es ni bella, ni elegante y ni $Íquiera gr.mdiosa,
;\ esta enorme masa de hierro v lndrilbs [ ... ] 3
.
cDe l1ierro y ladrillos ... >> y ya está dic110 todo, elementos seriados y materiales industri¡¡b; son sin(1nimos ele antiespíritu, IE_~d.:1 «cnlturah>. se puede esperar de ello~.
·· ·· ·
Máselocuentes -y divertidos- son los conceptos de la conocida carta
de los intelectuales contra la torre de: ingeniero Eiffel, uno de los hombres
que estaban abriendo camino a «la nueva visión»:
Nosotros, escritores, pintores, escultores, arquitectos, apasionados
amantes de la belleza de París, hasta ahora intacta, protestamos con
todas nuestras fuerzas en nombre del gusto francés, con el que no...
IIACIA EL DISEÑO
l. LA SENSIBILIDAD «JvlAQUINISTA»
LOS INGENIEROS
La solución de los problema~ culturales de b industtia, no obstante su dificultad, iba pcrfi':ándose a lo l:trgn de 1::: segunda mit~.d del siglo XIX. Pero,
como era de suponer, no la dc::cubtían primero los artistas ni los arquitectos, sino los ingenieros, los con;.t rnctorcs. Y asoma no en los productos de
largatradick)n cstél·!co-siml'<)!icn, sino en lo~ nJb; c0ncentrados en un desnudo fin utilitario, los que exigían una construcción mlis técnica y funcional
que cargada de mediaciones «culturales~, y más en los hijos legítimos de
la industria -es decir, (os nue,•os productos cuya tipología había tenido
que ser decidida por ella- que en sus hijos adoptivos -los productos
ancestrales cuyas tipologfas ellahabía heredado. En aquellos «zool6gicos»
de las exposiciones universales de la Belle tlpoque lo único que a veces
apuntaba al futuro era la jaula. Las grandes estructuras de acero de los pabellones y las g?.]erías de aquellas ferias de la máquina, de los graneros,
los barcos, los puentes, las fábricas, los invernaderos, los rascacielos de oficinas yanquis y otras contrucdoncs que respondían anuevas exigencias
económicas y sociales, estaban dominadas por un requisito funcional muy
escueto -que en el primer caso poseía además carácter efímero-, resué.to
mediante ensamblaje de partes estandarizadas de producción en serie, con
preocupaciones económicas y dentro de cierto descuido de tos añadidos
ornamentales. Descuido que en parte era consciente, al extremo de que
Ruskin advertía: «no hay quemezclar la ornamentación con los negocios»,
oponiéndose a la decoración de las est
racionales de aquellas construccicnes, donde asomaban los brotes de una
valoración estética de los elementos cstructur:tles en síy de su composición
funcional.
¡Gran revolución! ¡Se empezaba a sentir que los hierros podían ser
bonitos! Nacía una sensibilidad nueva, no conccptualiz?ch atín. Son elocuentes al r~spccto situ,ociones conHi b d,~ un hi~toriaclor de la arq;!Ítcctura tan
notable como James Fcrguson, quien a mediados de siglo inst,lba a los ar• 59
quitcctos a aplicar en su trabajo los mismos principios de laingeniería civil,
pero se mostraba incap:tz de indicarles cómo hacerlo.2 No debe extrañar
ti, según sabemos, era una sensibilidad que no se habfa gestado en el seno
de la «gente sensible», sino más bien entre el pragmatismo de los ingenie. ros. '3u De re acáificr;toría eran cuadernos de c:í!culos; sus órdenes, \'Ígas y
torn~:los. Su fuente estaba en un paulatino aumento del interés por conc:cbir yarmar 1as partes seriadas con un sentido estético que no quería
decir su nombre, en vez de «aplicar» lo estético a posteriori como decoración.
Al principio los artistas no comprendían nada de esto. Veamos el coment.lrio de Kiimpfen ante la Galcrfa de Máquir.as construida en París para
la Ex¡losición Univc1·sal de 1867:
.¡ ',
\.)
¿Palacio? ¿Es nombre apropiado para esta construcc10n [ ... }? ~o.
¡si esta palabra implica necesariamente la idea de la belleza, de la ele-
/ gancia y de la majestad. No es ni bella, ni elegante y ni $Íquiera gr.mdiosa,
;\ esta enorme masa de hierro v lndrilbs [ ... ] 3
.
cDe l1ierro y ladrillos ... >> y ya está dic110 todo, elementos seriados y materiales industri¡¡b; son sin(1nimos ele antiespíritu, IE_~d.:1 «cnlturah>. se puede esperar de ello~.
·· ·· ·
Máselocuentes -y divertidos- son los conceptos de la conocida carta
de los intelectuales contra la torre de: ingeniero Eiffel, uno de los hombres
que estaban abriendo camino a «la nueva visión»:
Nosotros, escritores, pintores, escultores, arquitectos, apasionados
amantes de la belleza de París, hasta ahora intacta, protestamos con
todas nuestras fuerzas en nombre del gusto francés, con el que no...
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