MOURAD KENIZE De Parte De La Princesa Muerta

Páginas: 876 (218974 palabras) Publicado: 9 de abril de 2015
KENIZÉ MOURAD

DE PARTE DE LA PRINCESA MUERTA

Traducido del francés por
Mauricio Wacquez

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L

Muchnik Editores

Esta edición de
DE PARTE DE LA PRINCESA MUERTA
compuesta en tipos Áster de 10/11 puntos por
Tecnitype,
se terminó de imprimir en los talleres de
Romanyá/Valls,
Verdaguer 1, Capellades (Barcelona)
el 20 de marzo de 1988
Impreso en España-Printed in Spain

En la aventura querepresentó la redacción de este
libro me ayudaron muchos amigos en Turquía, en el
Líbano, en la India y en Francia. Su recuerdo, sus
consejos, me permitieron no sólo reconstruir treinta
años de historia —a menudo diferente de la historia
oficial— sino también hacer revivir pequeños hechos
y gestos de la vida cotidiana.
Citarlos por sus nombres podría incomodarlos, pero
quisiera que conocieran mi enormegratitud.

Por razones evidentes, el nombre de algunas personas
vivas o desaparecidas ha sido alterado.

La historia comienza en enero de 1918, en Estambul,
capital del Imperio otomano que, durante siglos, hizo
temblar a la cristiandad.
Los Estados occidentales, respaldados por su poderío, se disputan los despojos de aquel viejo imperio llamado desde hacía tiempo «el enfermo de
Europa».
Encuarenta y dos años se sucedieron tres hermanos en el trono: el sultán Murad, destronado y hecho
cautivo por su hermano Abd al-Hamid quien, a su vez,
fue derrocado por la revolución «Joven Turquía» y
reemplazado por Reshat (Muhammad V).
Al comenzar esta historia, el sultán Reshat sólo es
un monarca constitucional. El verdadero poder se encuentra en manos de un Triunvirato, que ha arrastrado
al país a laguerra al lado de Alemania.

PRIMERA PARTE
TURQUÍA

j

—¡El tío Hamid ha muerto! ¡El tío Hamid ha muerto!
En el vestíbulo de mármol blanco del palacio de Ortakoy,
iluminado por candelabros de cristal, una niña corre: quiere ser
la primera en anunciar la buena nueva a su mamá.
En su prisa ha estado a punto de derribar a dos damas de edad,
cuyos tocados —diademas de piedras preciosas adornadascon
penachos de plumas— atestiguan fortuna y rango.
—¡Qué insolente!— exclama indignada una de ellas, mientras
su compañera añade furiosa:
—¿Cómo podría ser de otra manera? La sultana* la mima
demasiado: es su única hija. Por cierto, es preciosa, pero temo que
más tarde tenga problemas con su marido... Debería aprender a
comportarse: a los siete años ya no se es una niña, sobre todo
cuando se esprincesa.
Lejos de inquietarse por las quejas de un hipotético marido,
la niña sigue corriendo. Finalmente llega sin aliento a la puerta
maciza de los apartamentos de las mujeres, el haremlik** custodiado por dos eunucos sudaneses tocados con fez escarlata.
Hoy hay pocas visitas y se han sentado para conversar con más
comodidad. Al ver a la «pequeña sultana», se levantan precipitadamente,entreabriendo la puertecilla de bronce y saludándola
con tanto más respeto cuanto temen que ella informe del atrevimiento. Pero la niña tiene otras cosas en la cabeza: sin siquiera
mirarlos, franquea el umbral y se detiene un momento delante
del espejo veneciano para comprobar el orden de sus bucles
pelirrojos y de su vestido de seda azul; luego, sintiéndose satis* Sultana: princesa de sangre real, hija delsultán. Las esposas son llamadas
«cadinas».
** Haremlik: harén habitado por una sola esposa y sus servidoras.

fecha, empuja la puerta de brocato y entra en el saloncito en el
que su madre acostumbra a pasar las tardes, después del baño.
En contraste con la humedad de los corredores, en la habitación reina una agradable temperatura, mantenida por un brasero
de plata que dos esclavas se ocupan demantener ardiendo.
Tendida en un diván, la sultana mira cómo la gran Kavedji* vierte
ceremoniosamente el líquido en una taza colocada sobre una
copela incrustada de esmeraldas.
Presa de una oleada de orgullo, la niña se ha inmovilizado y
contempla a su madre con su largo caftán. Fuera, en el exterior,
la sultana usa la moda europea introducida en Estambul a partir
de fines del siglo XIX, pero en...
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