Movimiento desvariado
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El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde: Capítulo I
1
El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde: Capítulo II
4
El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde: Capítulo III
9
El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde: Capítulo IV
10
El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde: Capítulo V
12
El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde: Capítulo VI
15El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde: Capítulo VII
17
El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde: Capítulo VIII
18
El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde: Capítulo IX
24
El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde: Capítulo X
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El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde: Capítulo I
El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde:
Capítulo I
Utterson, el notario, era un hombre de cara arrugada, jamás iluminada por una sonrisa. De conversación escasa, fría y
empachada, retraído en sus sentimientos, era alto, flaco, gris, serio y, sin embargo, de alguna forma, amable. En las
comidas con los amigos,cuando el vino era de su gusto, sus ojos traslucían algo eminentemente humano; algo, sin
embargo, que no llegaba nunca a traducirse en palabras, pero que tampoco se quedaba en los mudos símbolos de la
sobremesa, manifestándose sobre todo, a menudo y claramente, en los actos de su vida.
Era austero consigo mismo: bebía ginebra, cuando estaba solo, para atemperar su tendencia a los buenos vinos, y,aunque le gustase el teatro, hacía veinte años que no pisaba uno. Sin embargo era de una probada tolerancia con los
demás, considerando a veces con estupor, casi con envidia, la fuerte presión de los espíritus vitalistas que les llevaba
a alejarse del recto camino. Por esto, en cualquier situación extrema, se inclinaba más a socorrer que a reprobar.
-Respeto la herejía de Caín -decía conagudeza-. Dejo que mi hermano se vaya al diablo como crea más oportuno.
Por este talante, a menudo solía ser el último conocido estimable, la última influencia saludable en la vida de los
hombres encaminados cuesta abajo; y en sus relaciones con éstos, mientras duraban las mismas, procuraba mostrarse
mínimamente cambiado.
Es verdad que, para un hombre como Utterson, poco expresivo en el mejorsentido; no debía ser difícil comportarse
de esta manera.
Para él, la amistad parecía basarse en un sentido de genérica, benévola disponibilidad. Pero es de personas modestas
aceptar sin más, de manos de la casualidad, la búsqueda de las propias amistades; y éste era el caso de Utterson.
Sus amigos eran conocidos desde hacía mucho o personas de su familia; su afecto crecía con el tiempo, como layedra, y no requería idoneidad de su objeto.
La amistad que lo unía a Richard Enfield, el conocido hombre de mundo, era sin duda de este tipo, ya que Enfield
era pariente lejano suyo; resultaba para muchos un misterio saber qué veían aquellos dos uno en el otro o qué
intereses podían tener en común. Según decían los que los encontraban en sus paseos dominicales, no
intercambiaban ni una palabra,aparecían particularmente deprimidos y saludaban con visible alivio la llegada de un
amigo. A pesar de todo, ambos apreciaban muchísimo estas salidas, las consideraban el mejor regalo de la semana, y,
para no renunciar a las mismas, no sólo dejaban cualquier otro motivo de distracción, sino que incluso los
compromisos más serios.
Sucedió que sus pasos los condujeron durante uno de estosvagabundeos, a una calle de un barrio muy poblado de
Londres. Era una calle estrecha y, los domingos, lo que se dice tranquila, pero animada por comercios y tráfico
durante la semana. Sus habitantes ganaban bastante, por lo que parecía, y, rivalizando con la esperanza de que les
fuera mejor, dedicaban sus excedentes al adorno, coqueta muestra de prosperidad: los comercios de las dos aceras
tenían...
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