Mucho

Esa noche la luna no se asomó por el cielo y las estrellas desperdigadas
por el universo no se pararon en nuestra estación. Fue en ese momento
que el timbre sonó y en el silencio de la nocheretumbó como un rayo.
Medio dormido me acerqué a la puerta y tomando todas mis precauciones,
asomé mi cara a la rejilla de la ventanita. Pero no vi nada.
Algún despistado que equivocó la direcciónme dije, volviendo a mi cama.
Ya empezaba a dormirme, cuando el timbre volvió a golpear mis oídos.
Molesto volví a mirar a través de la ventanita de la puerta y esta vez una
carita asustadaapareció del otro lado de la puerta:
-Sé que es un poco tarde; pero me quedé sin gasolina, ¿cree que podría
usar su teléfono? Eso me sonó a viejo film de suspenso y siempre era o
un asesino o unladrón, en el mejor de los casos. Pero la cara arrugadita
y la voz suplicante me conmovieron y me dispuse a abrir la puerta.
Cuando un miau me sobresaltó y mi atención se fijó en la cola enroscadade Micifuz mi gato.
Lo cogí entre mis brazos y lo llevé al sillón, cuando volví a mirar por la
ventanilla de la puerta ya no había nadie, la viejecita había desaparecido.
Seguro que se aburrió deesperar, pensé, habrá ido a buscar un teléfono
en otra parte.
Mejor para mí, así podré descansar tranquilamente.
Bostezando me dirigí a mi cuarto cuando de pronto vi una luz aparecer pordebajo de la puerta de la cocina, molesto por mi olvido me dispuse a
apagarla y al entrar casi me caigo de espaldas del susto.
La viejecita instalada junto al teléfono me miraba risueña.
Yo norecordaba haber abierto la puerta, sin embargo ella me dijo:
-Mientras cargabas al gatito me tomé la libertad de entrar a hacer mi
llamadita, pero no te preocupes, ahorita vienen a buscarme, mientrastanto podrías ofrecerme un vasito con agua.

- Nervioso, casi temblando le serví el vaso de agua. Ella lo tomó entre sus
manos enguantadas y se dirigió hacia la entrada. Abrió la puerta e...