Muchos

Páginas: 10 (2469 palabras) Publicado: 27 de enero de 2011
El lugar secreto

René Martínez Pineda
(Coordinador General del M-PROUES)

DESDE NIÑO, OCHO U once años -recuerdas que eso ya te lo he contado, en más de una ocasión- he vagado por la vida creyendo en la existencia de un lugar secreto, de un escondite mágico donde todo es posible, ubicado en el lomo de la calle principal de Ciudad Delgado, precisamente allí,bajo las naguas de esa iglesia abandonada que la nostalgia pone gris y, por eso, apenas se alcanza a ver desde esta banca-nostalgia. En ese lugar, abrazado por el grito hilarante del tren, me convertía en otro que, siendo igual que yo, era distinto, y eso me llevó a inventarme un pseudónimo antes de necesitarlo, pues estaba unánimemente convencido de que esa era la mejor táctica posible para evadirileso, iluso, los peligros, regaños, tristezas y calenturas tropicales que me acechaban con ojos de asombro. En la medida en que fui creciendo, en años y preocupaciones, en meses y arrugas, esa loca idea se objetivó, se convirtió en mi universo privado, y ese universo en mi fantasía interminable, que tenía de sueño y tenía de pesadilla porque –eso lo sabes bien- la subjetividad sólo sobrevive sialimenta sus propias paradojas –le explicó, como cuando, hace tantos años, daba clases de Realidad Nacional en la universidad.
Desde entonces –continuó diciéndole, usando los gestos que se nos salen al saber que estamos a solas- cuando por cualquier motivo me siento acongojado o feliz, me abrazo -con todas las fuerzas de las que dispone un cuerpo que, por la pobreza, no supo del control de niñosano- a mi almohada, a mi casa, a mi escondite secreto, a mis calles empedradas y bulliciosas... a la luz entrañable de la luciérnaga furtiva que me mostró, con paciencia de exiliada, cómo se edifica la belleza; a los lugares donde jamás dejé de vivir, aun cuando me fui leeeejos -¡te fuiste lejos, Vladimir!- desde el día en que, enredada en los glaciales gritos de la madrugada y el silencio ardientede los testigos mudos, las manos óseas de la Guardia y la de Hacienda hicieron coincidir mi foto con un código postal… y, entonces, suspiro de alivio al saber que salí vivo de donde muchos salieron muertos o no salieron, porque nunca fueron encontrados sus restos mortales.
Desde el día en que el mundo escuchó mi primer llanto, nunca he dejado esos lugares –le dijo, haciendo un cruz con los dedosde la mano derecha-. Estoy consciente de que, cuarenta y ocho años después, es un absurdo que aún siga viviendo en la Avenida Juan Bertis # 48, de Ciudad Delgado, ese exacto lugar en el que mi madre y mi abuela –reproducción, instintiva y fiel, del cuadro del nacimiento divino- haciendo inenarrables esfuerzos por ver en mi cara unos ojos hermosos, y una inteligencia prodigiosa, me cogieron en susbrazos y me señalaron el mundo por primera vez, aprovechando que la noche era un manto sin arrugas ni tonos, y donde, aunque no tengo el registro que lo compruebe, me tomaron las primeras fotos –le dijo, mostrándole un álbum familiar con las hojas vacías.
Mi historia, ese relato inconcluso y confuso que, obtuso, confunde el tiempo con el espacio a sus anchas, se convierte en algo fantástico,porque está hilvanada a lo fantástico de quienes, con amor inenarrable, me cuidaron como si yo fuera lo más importante del mundo, cuando lo importante, en verdad, eran ellas y el lugar... y el tiempo, claro está, que estaba condicionado por la proliferación de leyes marciales, golpes de Estado, dictadores tan analfabetas como carniceros, lápidas sin inquilinos, y velorios ausentes que vivieron suextremo, veinte años después, en El Mozote –le dijo, mostrándole una copia de un Informe Inédito de la Comisión de la Verdad. “Hay que tenerle miedo a los vivos, no a los muertos” –me decía, mi abuela, acongojada, seria, tristita, como si tuviera la certeza rotunda de la clandestinidad que me esperaba al nomás doblar la esquina de los doce años; como si estuviera convencida de que era capaz de...
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