Muerte. Amnesia. Secretos.

Muerte. Amnesia. Secretos.
Y después de mucho, tras frías y solidas rejas, pasare lo que me resta de vida. Por haber asesinado a mi familia, incendiado un hogar y demás delitos que no recuerdo haber cometido. Pues claro que no los cometí; es invento de ellos quienes tienen poder y quieren dañar mi mente con historias dolorosas. ¿Sería yo capaz de amordazar a mi propia hermana menor, colocarácido en sus mejillas y luego apuñalarle innumerables veces? ¿Capaz de ahorcar a mi madre en mi propia habitación mientras le cantaba la canción de cuna a la que estaba acostumbrado escuchar de niño? ¿Dar veneno a la abuela y no ayudarla mientras me pedía a gritos que la salvara? No. Claro que no soy capaz. Tiene 26 años y dice que “Siempre he sido el raro de la familia” “Apartado, callado”, dicetambién ser mi hermano pero no lo recuerdo. Su cara era totalmente desconocida, no esta entre mis recuerdos. Para ser sincero ni siquiera recuerdo el rostro de mi madre, de mí hermana y la abuela. Lo único que puedo recordar vagamente es la dulce y melodiosa canción de mi niñez. Su rostro es oscuro, sus ojos llenos de odio, y su lengua emite un sonido metálico. Me odia. Mucho. No recuerdo que sea mihermano. Pudiera saberlo si me recordara buenos momentos, aquellos donde solo hubo felicidad. “¿Estas loco? No hubo ni uno. Fuiste una maldición para la familia” Dice una, dos, tres veces. No puede ser, no fui, soy, ni seré una maldición. Lo repite de nuevo “¡Cállate!” le grito, pero no deja de repetirlo. Soy una maldición. “¡Tu no eres mi hermano!” chilló para buscar por lo menos una señal de doloren sus ojos por mis palabras. No la hay. Sonríe y murmura con orgullo “Es lo que siempre he soñado, pequeña maldición” Vuelvo a gritar que se calle, pero su lengua metálica me atormenta. No me abandona. Es entonces cuando mis ojos se abren, no era su lengua, era el guardia de la cárcel estatal pidiendo que dejara de gritar; que estoy siendo una molestia para los demás reclusos. Le veo mal por lamanera en que me trata, pero como desearía agradecerle el hecho de haberme despertado de aquella acostumbrada pesadilla a la que todavía le temo. No hice nada malo. Nada. Ni siquiera recuerdo haberlo hecho ¿por qué estar aquí si no he hecho daño a alguien? Me levanto de la incómoda parte superior de la litera, no hay nadie en la cama inferior pero temo dormir ahí, siempre que me recuesto allíescucho la voz de una mujer que supongo será mi madre cantando la bellísima canción. No me calma, en realidad me trae más pesadillas. Los médicos dicen que tengo esquizofrenia y soy psicópata, pero es mentira. He sido sano desde pequeño, hasta lo que recuerdo que, entre nos, es casi nada. La canción, cabello rojizo, ojos verdes, un perro negro (o tal vez blanco) y una carta. La carta es la posesiónmás preciada que, después de la canción, mi mente guarda. No recuerdo su contenido. Como desearía recordarlo. La única imagen que llevo es un sobre con mi nombre, el papel arrugado y manchado en su interior y del contenido: blanco. Nada. ¿Será de alguien que quería mucho? ¿O un dibujo? ¿O algo sin valor que por infantil guarde? ¿O un secreto? La tradicional rutina empieza a las seis de la mañana.Sacarme de la celda, llevarme con el psicólogo, almuerzo al medio día, receso con los demás reos, psicólogo de nuevo, baño, dormir y al día siguiente repetir lo mismo. Hoy el psicólogo esta de bueno humor, me sonríe mientras me recuesto en la camilla de cuero. “¿Cómo estas?” La pregunta diaria. Respondo que estoy bien, aunque no lo este. “El paramédico me dijo que estabas gritando en la madrugada,Oliver ¿Por qué?” Respondo que por desahogo, que me harto de estar en cárcel por actos que no he cometido. “Oliver ¿cuántas veces debo repetírtelo? Esto no es una cárcel, no estas en prisión. Es un hospital psiquiátrico y estas internado por esquizofrenia y soy piscópata. Tu habitación es una habitación común y corriente. Nada de cárceles” Es cuando lo recuerdo. ¡Vaya que si! No estoy en...