muerte_de_tinta
Páginas: 298 (74448 palabras)
Publicado: 24 de abril de 2014
("Mundo de Tinta", vol.3)
Cornelia Funke
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UN SIMPLE PERRO Y UNA HOJA DE PAPEL
OÃd, el paso de la noche muere
En el vasto silencio;
La lámpara de mi escritorio canta
Queda como un grillo.
Dorados sobre el estante
Brillan los lomos de los libros:
Pilares para los puentes
del viaje al paÃs de las hadas.
Rainer Maria Rilke,«Larenopfer»
La luz de la luna cayó sobre la bata de Elinor, sobre su camisón, sobre sus pies descalzos y sobre el perro que yacÃa a sus pies. El perro de Orfeo. Cómo la miraba con esos ojos de sempiterna tristeza. Como si se preguntara por qué, ¡por todos los olores excitantes del mundo!, ella estaba sentada en plena noche en su biblioteca rodeada de libros silentes y con la mirada perdida.--SÃ, ¿por qué? --preguntó Elinor al silencio--. Porque no puedo dormir, perro bobo.
A pesar de todo, le palmeó la cabeza. «¡Hasta este punto has llegado, Elinor!», pensó mientras se levantaba con esfuerzo de su sillón. «Te pasas las noches hablando con un perro. Y eso que no soportas a los perros, y a éste menos porque cada uno de sus jadeos te recuerda a su abominable amo.»
SÃ,se habÃa quedado con el perro, a pesar de que despertaba recuerdos muy dolorosos, y también con el sillón, aunque la Urraca se hubiese sentado en él. Mortola... Cuántas veces creÃa oÃr su voz al adentrarse en la silenciosa biblioteca; cuántas veces veÃa a Mortimer y a Resa entre las estanterÃas o a Meggie sentada ante la ventana, un libro sobre el regazo, el rostro oculto detrás del lisocabello rubio... Recuerdos. Eso era todo cuanto le quedaba. Tan impalpables como las imágenes que evocan los libros. Pero ¿qué le quedarÃa si también perdÃa esos recuerdos? Una soledad perpetua, un corazón silencioso y vacÃo... y un perro feo.
Qué envejecidos se veÃan sus pies a la pálida luz de la luna. «¡Luz de la luna!», pensó mientras movÃa los dedos de sus pies. Cuántashistorias habÃa en las que poseÃa poderes mágicos. Todo mentira. Su cabeza estaba repleta de mentiras impresas. Ni siquiera podÃa mirar a la luna sin que las letras nublaran sus ojos. ¡Ojalá pudiera borrar todas las palabras del cerebro y del corazón y contemplar el mundo al menos una sola vez con sus propios ojos!
«¡Cielos, Elinor, vuelves a tener un estado de ánimo fabuloso!», pensómientras caminaba a tientas hacia la vitrina en la que conservaba lo que Orfeo se habÃa dejado, además de su perro. «Te bañas en la autocompasión, igual que este perro tonto en los charcos.»
La hoja de papel situada bajo el cristal protector parecÃa insignificante, una hoja vulgar y corriente de papel lineado, escrita con una letra apretada y tinta azul desvaÃda. Sin comparación con loslibros espléndidamente iluminados colocados en las otras vitrinas, aunque se notaba en cada letra lo mucho que Orfeo estaba impresionado por sà mismo. «¡Espero que los elfos de fuego le hayan borrado de los labios esa sonrisa de suficiencia!», pensó Elinor mientras abrÃa la vitrina. «¡ConfÃo en que la Hueste de Hierro le haya ensartado... o mejor aún: que haya muerto de hambre en elBosque Interminable muy, muy lentamente!» No era la primera vez que se imaginaba el lamentable final de Orfeo en el Mundo de Tinta. Su corazón solitario paladeaba esas imágenes más que cualquier otra cosa.
La hoja amarilleaba. Papel barato. Encima. Y en verdad a las palabras sobre él no se les notaba que habÃan transportado a su autor a otro mundo, justo ante los ojos de Elinor. Al lado de lahoja yacÃan tres fotos, una de Meggie y dos de Resa, una de la infancia y otra, tomada pocos meses antes, en la que aparecÃa con Mortimer. Cómo sonreÃan ambos. Tan felices. No transcurrÃa una noche sin que Elinor contemplase esas fotos. Al menos mientras lo hacÃa las lágrimas ya no corrÃan por su cara, aunque persistÃan en su corazón. Lágrimas saladas. Lo tenÃa anegado hasta los...
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