Muerte del condor
LA MUERTE DEL CÓNDOR
Del POEMA :: de la TRAGEDIA
Y de la HISTORIA
PREFACIO
PARA LA EDICIÓN DEFINITIVA
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El estupor inmenso del momento de Horror, pasado había;
la gleba próvida, la sangre heroica había absorbido;
sobre las sílices, el sol magnífico, la había secado;
la hierba empurpurada tornaba a hacerse candida con un verdor divinode Esperanza, sobre el lugar siniestro donde el licor cálido de las abiertas
venas, había esplendido en un róseo fulgor;
el Espanto había dejado de cabalgar sobre la tierra trémula;
y, hacía centinela cerca a la tumba augusta, hecha el rudo crisol, donde
hervía el oro férvido de la Gloria;
las cenizas del Héroe, ya dispersas tremaban como crisálidas de argento
que sembraran del polvo de susantenas el aire luminoso;
las alas titánicas del Silencio, cubrían el lugar del Sacrificio;
bajo ellas, mudo artífice, el Tiempo laboraba su Obra de Reivindicación;
la voz de los siglos por entre los intercolumnios de los cipreses
lánguidos, murmuraba su pánida canción;
de Gloria;
sín palabras;
los corceles de las cuadrigas de la Victoria, yacían inermes, rotos ¿os
frenos, ¿as soberbiascabezas inclinadas sobre ¿a Tumba Sagrada; en señal
de Adoración;
su relincho atronante había callado para venerar las manos audaces, ya
inertes, de aquel que los había llevado tantas veces, por senderos de
prodigios, hacia los campos del Triunfo;
un suave frémito de selvas próximas, acariciaba con un hálito casto y
triunfal, la sombra doliente del Segundo Libertador ecuatoriano, vagando
cercade su tumba en desamparo...:
el lenón pútrido, que había abierto por mano de sus esclavos ebrios y
pávidos, esa fosa, para sepultar en ella, la más alta Virtud de la América
hispana, reinaba Omnipotente en el Imperio de fango y de Horror que había
fundado.
Leónidas Plaza, ese felón de angiporto, lúbrico y fatal, que había hecho
arrastrar el cadáver del Héroe, a las gemonías del fuego,imperaba en
amella soledad de almas, donde los pocos hombres libres que aun vivían
contenían el aliento, temerosos de ser denunciados por los esclavos, en
orgasmo de su ignominiosa Fidelidad al vicio y al mendrugo;
ese fantasma de Augústulo —y, perdóneme la ominosa comparación, la
sombra del párvulo cesáreo— se creía Omnipotente;
ensayaba gestos de una trágica comicidad, en el Solio Presidencial,sobre el cual, aun siendo el tablado de Arlequín, los cortinajes del dosel,
fingían los lineamientos del maderamen de una horca sobre su frente de
granuja Triunfador, epiléptico de Oprobio;
y, era como un feto de hiena, reinando en el corazón de una selva
dormida;
agobiado de joyas y de crímenes, el asesino de Eloy Alfaro, temblaba
ante el espectro sangriento que surgía del fondobermejo de la hoguera
inextinguible;
sentía en el Silencio pasar el vuelo augur al de las victorias del Héroe,
pidiendo el canto remoto de los siglos futuros;
en el horizonte lejano sentía el aliento de la gran foresta histórica, hecha
una selva de laureles inmortales, esperando la hora en que hubiera manos
dignas de cortarlos para adornar con ellos la tumba del Héroe;
y, tembloroso de Miedo y deIgnominia, cerraba los ojos ante el glorioso
fantasma en cuya frente la saliva del esbirro se hacía una luminosa gema de
inmortalidad;
el Héroe dormía, bajo el manto de sus victorias, extendido sobre su
tumba, como un sudario inconsútil, seminado de soles;
y, el Asesino velaba en la sombra del Solio, torvo en el sillón
presidencial, que era como un pílori de infamia, y pensaba:
que él,había podido arrojar al Héroe fuera de
la Vida, pero, no podía arrojarlo fuera de la Historia;
que había podido hacerlo entrar en la tumba, pero, no había podido
hacerlo entrar en el Olvido;
entonces soltó tras de la sombra del Héroe, los dos canes amaestrados
de su traílla;
el Silencio;
y, el Insulto;
donde no imperaba el uno, aullaba el otro;
silenciar a Alfaro, era la parte sospechosa...
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