Muerte en el batiqano
Novela donde se une lo imaginario con lo real
MAURICE SERRAL Y MAX SAVINGNY
Es preciso retroceder más de un milenio para que la idea de dar muerte al Papa pueda tener alguna verosimilitud. El año 1897 encontramos a un Esteban VI, que muere estrangulado.
Sin embargo, en los últimos lustros, la humanidad ha estado pasando por experiencias violentas querebasan las fronteras de lo ordinario y violan lo que siempre se había visto como su código más sagrado.
Hechos concretos, como secuestros de personas y vehículos, asesinatos en las más altas esferas y otros parecidos, han suministrado a los autores de Muerte en el Vaticano material real para presentar, en forma de novela, pero muy en consonancia con los tiempos actuales, una situación que parecepertenecer a épocas superadas hace unos diez siglos.
Las circunstancias, la conducta de los personajes, la sucesión de los acontecimientos son tan auténticas, que hacen estremecer al más imperturbable.
En las páginas de este libro un plan siniestro, factible por muchos conceptos, va perfilándose con espantoso realismo. Sus consecuencias obligan al lector a preguntarse si la humanidadpodrá afrontar los cambios que su ejecución provocaría en el orden universal.
Muerte en el Vaticano impresiona y conmueve el ánimo del lector porque todos los elementos de la narración se sitúan en la indefinida línea divisoria que separa lo imaginario de lo real.
Contenido
I ROMA - 5.
II Florencia - 43.
III PARÍS - 95.
IV VERONA -111.
V ORIENTE - 127.
VI ROMA - 143.
MUERTE EN EL VATICANO
I ROMA
Todo estaba preparado para el magnicidio. Hacía tiempo que los complotados estudiaban minuciosamente el plan. No podía fallar. No se trataba de complotados cualesquiera. Entre ellos había un ex general que se había distinguido por su audacia y habilidad durante la campañade Abisinia y un ex jefe de la inteligencia militar que había burlado el bloqueo inglés y desmantelado el espionaje aliado en África.
También contaban con el técnico en electrónica que había participado en el atentado que más cerca estuvo de costarle la vida al general De Gaulle. Y además, con un equipo rigurosamente seleccionado de expertos que pondría en marcha el complicado mecanismo paraterminar con la vida de la ilustre víctima.
Y es que tampoco se trataba de una víctima cualquiera. Desde hacía por lo menos mil años esta sería la primera vez que se asesinaba públicamente a un Papa.
El día fijado para el crimen cada hombre estaba en su puesto. Todos, seguros de lo que tenían que hacer. Todos, menos uno.
Gennaro Santamara revisó por décima vez el flamante Alfa Romeorobado la noche anterior. Las falsas placas diplomáticas estaban ya colocadas y el delicado mecanismo electrónico. Sin embargo, el pistolero| continuaba dando vueltas en torno al automóvil, buscando inútilmente una falla que le permitiera retrasar la terrible decisión.
Cuando una semana atrás había aceptado el siniestro encargo, pensó que lo llevaría a cabo con la misma frialdad profesionalcon que había eliminado a policías, jefes de bandas rivales o competidores en el tráfico de drogas.
Pero matar a un Papa era diferente. Ahora se daba cuenta.
Desde que lo habían deportado a Italia, su país natal, comprobaba extrañado, que volvían a aflorar en él viejos sentimientos religiosos que creía desvanecidos para siempre. Le parecía volver a escuchar las plegarias de su niñez,en la pequeña aldea siciliana donde había nacido. Venían a su mente viejos cánticos religiosos y volvía a ver al viejo cura párroco que le enseñó las primeras letras, las únicas que adquirió en toda su vida. Después vino la emigración y la vida azarosa del delito organizado. En Chicago había conocido a algunos hombres de iglesia. Pero eran americanos, hablaban otro idioma y nunca le parecieron...
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