Mundo Del Fin Del Mundo
otorgaba cada vez mayor peso al delgado cuadernillo delpasaje, peso que aumentaba conforme se
acercaba la hora de salida.
Había atravesado el primer control y me paseaba por la sala de embarque aferrado al bolso de
mano. No llevaba demasiadas cosas en él:una cá-
mara fotográfica, una libreta de apuntes y un libro
de Bruce Chatwin, En La Patagonia. Siempre he
aborrecido a los que hacen rayas o anotaciones en
los libros, pero aquél estaba lleno desubrayados y
signos de exclamación que fueron en aumento
luego de tres lecturas. Y pensaba leerlo por cuarta
vez durante el vuelo hasta Santiago de Chile.
Siempre quise regresar a Chile. Tuveganas,
pero a la hora de la determinación pesó más el
miedo, y los deseos de reencontrarme con mi hermano y los amigos que allá tengo se transformaron en una promesa en la que, de tan repetida,
creícada vez menos.
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F-108_Mundo del fin 28/4/08 16:07 Página 13Llevaba demasiados años vagando sin rumbo
fijo, y los deseos de detenerme a veces me aconsejaban un pequeño pueblo de pescadores enCreta,
Ierápetras, o una apacible ciudad asturiana, Villaviciosa. Pero algún día cayó en mis manos el libro
de Chatwin para devolverme a un mundo que creí
olvidado y que me estaba esperando: elmundo
del fin del mundo.
Luego de leer por primera vez el libro de
Chatwin me entró la desesperación por volver,
pero La Patagonia está más allá de las simples intenciones del viajero, y la distanciase nos muestra
en su real envergadura cuando los recuerdos emergen como boyas en el agitado mar de los años más
intensos.
Aeropuerto de Hamburgo. Los demás viajeros
entraban y salían de la tiendalibre de impuestos,
ocupaban el bar, algunos se mostraban nerviosos,
consultaban sus relojes como dudando de la puntualidad repetida en docenas de aparatos electró-
nicos. Se acercaba el momento...
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