MUsica contra miseria
MÚSICA CONTRA MISERIA
La comparación sonará cruel pero me sirve para lo que quiero ayudar a demostrar. Déjenme proponer el siguiente ejercicio: pensemos en dos jóvenes peruanoscontemporáneos, ambos de edades similares, ambos famosos por las razones más opuestas, el uno en las antípodas del otro. Pensemos, por un instante, en Juan Diego Flórez y en Canebo. Imaginémoslos de niños, en sus casas. La misma época difícil, el mismo difícil país. Imaginémoslos a ambos, de diez años. ¿Clases sociales distintas? Seguro. ¿Padres ausentes? Los dos. Uno creció rodeado de instrumentosmusicales. El otro, de armas de fuego. ¿Qué es lo que hizo que el uno optara por el bel canto y el otro, por el crimen? ¿Qué catapultó a uno a los grandes escenarios del mundo y precipitó al otro al abismo sin fondo de las prisiones? ¿La pobreza, solamente? ¿El talento, nada más? En una de estas dos infancias existió algo que en la otra no. En una de estas dos vidas se cultivó el espíritu: laarmonía, el arte, la música, la belleza.
¿Cuánta música existió en tu vida? Yo no sé tocar ningún intrumento, no tuve esa suerte, pero mis padres, los fines de semana, escuchaban longplays de la Deutsche Grammophon y supongo que, mal que bien, sé lo que es un saxofón, sé cómo luce y puedo reconocer su sonido en una orquesta. Lo que no sabía era que existían diferentes tipos de saxofones.Ignoraba cuál era la diferencia entre un saxo barítono, un saxo tenor, un saxo alto y un saxo soprano. Ahora la sé porque ayer me la enseñaron los niños músicos del Núcleo Manchay del Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles “Sinfonía por el Perú”. La mañana que lo entrevisté y lo escuché hablar con tanta ilusión de este inmenso sueño, Juan Diego Flórez prometió que nos permitiría – a mis camarógrafosy a mí- acompañarlo en esta esperada visita que, para él, lucía tan o más importante que interpretar el rol de Arnaldo en la ópera “Guillermo Tell”. Nos encontramos en el elegante lobby del Miraflores Park Hotel desde donde partimos en una moderna van: botellitas de agua mineral helada y el aire acondicionado a máxima potencia. A bordo, una entusiasta delegación de filántropos amigos de la música-llegados desde todas partes del mundo- observaban por las ventanillas, asombrados, cómo en cuestión de minutos, el arbolado paisaje de los distritos turísticos de Lima iba cambiando violentamente para dar paso a las calcinantes y desérticas arenas de una de las zonas más pobres de nuestra urbe: Manchay. Cuando las puertas del vehículo se abrieron, todos los visitantes fuímos abrasados, alunísono, por el rigor de la canícula y la chispeante algarabía popular. Aunque jamás fueron a la ópera, eufóricas madres batían pancartas y cartelones vitoreando a Juan Diego cual si estuvieran pidiéndole el mítico bis de La figlia del reggimento en la Scala de Milán. Estaba cantado que, para ellas, el glamoroso Juan Diego se ha convertido en una extraña especie de revolucionario superstar.
“Lomás trágico de la pobreza no es la falta de pan o de techo. Lo más trágico de la pobreza es la sensación de no existir, de no ser nadie.” –dijo la Madre Teresa. Y al legendario director de orquesta venezolano José Antonio Abreu le gusta citarla en cada entrevista que ofrece. Abreu es el genio visionario que, hace 36 años, se propuso sembrar todo Venezuela de orquestas de niños y jóvenes pararescatarlos de la marginalidad. “La música cambia vidas” –repetía y, por supuesto, lo creían un loco y se reían de él. Comenzó con once chicos ensayando en un garaje. Hoy, tras haber recibido el decidido apoyo de ocho gobiernos consecutivos de su país y muchos de los premios de cultura más importantes del mundo, 400 mil muchachos de las poblaciones más deprimidas de Venezuela son el testimonio vivo...
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