Musica Para Feos Lorenzo Silva
Portada
Dedicatòria
El encuentro
Cita
Era un viernes...
Pasé el fin de semana...
Pese a mi convencimiento...
Ya me había puesto dos veces...
He reservado un hotel...
La felicidad...
Por qué has escogido...
La separación
Cita
No tomó el avión...
Conocía la canción...
Abril suele ser un mes...
He estado pensando...
Otro sábado...
Cuatro de mayo...
Quince de mayo...
Uno de junio...
Justodespués...
No sé cómo puedo transmitir...
El adiós
Cita
Según me contaron...
A la madre de Ramón...
Cuando agoté los días...
Han pasado ya nueve meses...
Nota aclaratoria y gratulatoria
Lista de reproducción de Música para feos
Notas
Créditos
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Para las mujeres de mi familia, de quienes tanto he aprendido
Y en especial, para mi tía Ana, in memoriam
El encuentro
Weare ugly, but we have the music.[1]
LEONARD COHEN, Chelsea Hotel #2
Era un viernes por la noche, o lo que es lo mismo, el momento más
temido por una mujer como yo: joven, pero ya no tanto como para tener
el alma y la piel libres de rasguños, y con algún recorrido a las espaldas,
pero todavía no tanto como para comprarme un gato y no esperar nada
más de la vida.El temor se agrava cuando compruebas que en ese
momento fatídico no tienes grabado en la agenda del móvil el número de
nadie a quien puedas llamar sin que la perspectiva te inspire aburrimiento,
asco o la mezcla de ambos. En esa situación, detestable y absurda, bien
puede suceder que te prestes a probar alguna solución descabellada. Y eso
fue, justamente, lo que yo hice.
Así fuecomo me dejé arrastrar por Alba, la más descerebrada, banal
e imprudente de mis compañeras, a una de sus famosas correrías
nocturnas, de las que, desde que yo la conocía, no había sacado nunca nada
bueno y sí más de un disgusto. Supongo que en la rapidez con que esa
noche me dejé liar para lo que Alba no había podido liarme nunca antes
debió de pesar alguna clase deimpulso autodestructivo. No pasaba por mi
mejor momento, en ningún sentido: ni en lo laboral, ni en lo personal, ni
en la correspondencia de mi mente y mi cuerpo con lo que prefería que
una y otro fueran. Es curioso lo poco que gobernamos nuestra existencia.
Porque esa noche, en vez de estrellarme, encontré lo único hermoso y
limpio que de veras he tenido.
Dejé que Alba fueramarcándome la ruta: a ella le iba lo de hacer
itinerarios y a mí me daba igual a dónde me condujeran. Para empezar me
llevó a un deplorable restaurante libanés de Lavapiés, cuyo suelo, tuve la
mala idea de mirarlo, debía desconocer el paso de una fregona desde
hacía meses. En prevención decliné probar las salsas y me alimenté con la
carne más magra y las verduras menossospechosas que nos sirvieron.
Alba no dejaba de hablar, es una de esas personas que temen al silencio
más que a la muerte y que dan en sepultar los días bajo una cháchara
incesante. He de confesar que no atendía a la mitad de las cosas que me
decía y, lo que es más ominoso, sólo escuchaba en parte su parloteo
cuando versaba sobre algunode los sujetos, sobre todo guiris, y en su
mayoría imberbes de Erasmus, que allí cenaban y daban en reparar en
nosotras. Si no cabía suponer que les atrajeran nuestras almas, tampoco lo
que Alba decía de ellos se situaba en un plano demasiado espiritual. Más
que nada, se trataba de ponderar sus glúteos y sus antebrazos, por los que
tiene verdadera fijación.
Ninguno de...
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