Musica y yo
Sin embargo, alescribir estas líneas con un título que no habré sabido, ¡podido!, llenar, mi intención no era más que registrar que mi encuentro con De música y músicos, de Juan Vicente Melo, con el que hace honora su nombre, no cayó en saco roto. ¿Por qué no se redita esta edición fuera de comercio, impresa en la ciudad de México por Imprenta Madero, quien la destinó exclusivamente a sus favorecedores yamigos, con motivo de las festividades de no sé cuál fin de año? Recoge cosas como ésta, de Alberta Hunter: “Cuando canto, camino de arriba abajo, retuerzo las manos y lloro, sí, camino de arriba abajo,retuerzo las manos y lloro, y siento que el alma se me va”, alma que a mí este precioso libro más bien me ha devuelto.
Para hija de admiradora de Grieg, mi relación con la música se estableció demanera pobre aunque deseosa, dentro y fuera de las pautas y los pentagramas. Supongo que en un principio, digamos 1955 o un poco antes, fue a través del ballet, cuando Charlotte Yazbek acompañaba al pianolas instrucciones y los bastonazos de Javier Romero sobre las duelas, entre las barras y los espejos del salón con vista a la ovalada calle Ámsterdam en la colonia Condesa de la ciudad de México.Mazurcas, valses, nocturnos y preludios, conciertos, polonesas, sonatas y más sonatas de Chopin, sin duda, lo romántico y lo adecuado para un grupo de bailarinas principiantes, sensibles, pero en...
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