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por Harold Segura
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El Tercer Milenio se nos presentó como un «gigante desconocido» que nos fijaba un plazo determinado y nos exigía respuestas sobre su aparición inminente. La respuesta parece que quedó en nuestras manos: ¿Apocalipsis o tiempos nuevos? Dice el autor que cuando los cristianos nos preguntamos por el futuroque hemos de encarar, la pregunta debe apuntar hacia cuáles serán los desafíos de nuestro futuro inmediato, de las décadas siguientes. Esta pregunta no habla de especulaciones sino de fidelidad a Dios en nuestra tarea profética. El autor propone algunos desafíos.
¡Basta ya del Tercer Milenio! Esta pudo ser la solicitud desesperada de muchas personas a pocos meses de iniciarse el año 2.000, elúltimo año del segundo milenio. Y tenían razón si así se expresaron, porque se había exagerado con el tema del milenio; en especial los comerciantes oportunistas, los periodistas que gustan del sensacionalismo y algunos líderes religiosos dados a la especulación.
Es que el inicio de un nuevo milenio tiene un particular significado metafórico y espiritual* que en mucho se presta para esos desmanes.Evoca la presencia del futuro que está próximo y compromete nuestro presente con la necesidad del cambio. El Tercer Milenio se nos presentó como un «gigante desconocido» que nos fijaba un plazo determinado y nos exigía respuestas sobre su aparición inminente. La respuesta parece que quedó en nuestras manos: ¿Apocalipsis o tiempos nuevos?
Por otra parte, esa figura metafórica del nuevo Milenio hadejado al descubierto la inmodestia de muchos «futurólogos» que con atrevimiento vaticinaron algunos con lujo de detalles lo que sucedería, y lo han acompañado de fórmulas «infalibles» acerca de cómo deberíamos enfrentar ese futuro apocalíptico. Sociólogos, economistas, empresarios, estadistas, videntes de profesión y predicadores presuntuosos han incurrido en este error. Hablar de un futurotan extenso mil años es síntoma evidente de altivez.
En su sentido más estricto, los desafíos reales de la presente generación no son los del Tercer Milenio; son los del primer siglo de ese milenio. Y para ser más exactos, son los de las primeras décadas del Siglo XXI. Por eso, cuando los cristianos nos preguntamos por el futuro que hemos de encarar, la pregunta debe apuntar hacia cuáles seránlos desafíos de nuestro futuro inmediato, de las décadas siguientes. Esta actitud puede parecer poco ambiciosa, pero de seguro es más responsable y ecuánime.
Preguntarse por los más grandes desafíos que tendrá la Iglesia de Jesucristo en la primera década del siglo XXI no es un ejercicio especulativo, ni meramente académico; es, sobre todo, muestra de fidelidad al Señor y a la bendita misión que élle delegó a su pueblo escogido: la de ser «sal de la tierra» y «luz del mundo». Jesús condenó a los fariseos y saduceos de su tiempo por saber reconocer los cambios atmosféricos y las variaciones del clima pero desconocer las señales más importantes: las «señales de los tiempos», en su sentido escatológico y misionero. Ellos eran expertos en meteorología, pero ignorantes en soteriología y enreconocer la acción poderosa de Dios en medio de la historia. Es claro, entonces, que el discernimiento concienzudo de «las señales de los tiempos» es parte de las tareas que la Iglesia debe realizar con urgencia. La razón de esa tarea no es otra que la del reconocimiento de que la misión del Pueblo de Dios « se da dentro de un contexto histórico-social. Es parte de un espacio vital, con sus propiascaracterísticas culturales, geográficas, económicas, sociales y políticas, y de un momento temporal una generación o época»1. En otras palabras, que la misión de la Iglesia no se realiza en el vacío histórico sino en medio de las particularidades de la época y de un determinado contexto social.
Es en este espíritu de compromiso discipular y de responsabilidad histórica, que nos preguntamos...
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