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Páginas: 319 (79530 palabras) Publicado: 3 de mayo de 2014
Fernando Savater

La vida eterna

1ª edición, 2007
1ª edición en Argentina, 2007
© 2007 Fernando Savater
Derechos exclusivos de edición en español
© 2007 Editorial Ariel, S.A.
Avda. Diagonal, 662-664 - 08034 Barcelona
© 2007 de esta edición, para Argentina y Uruguay
Editorial Paidós SAICF
Defensa 599, Buenos Aires
e-mail: difusion@areapaidos.com.ar
www.paidosargentina.com.arQueda hecho el depósito que previene la Ley 11.723
Impreso en Argentina - Printed in Argentina
Impreso en Buenos Aires Print,
Anatole France 570, Sarandí, en abril de 2007
Tirada: 3000 ejemplares
ISBN: 978-950-9122-06-2

Estas reflexiones perplejas
acerca de la vida eterna van
dedicadas fraternalmente a
todos los que no creen en
ella.
En recuerdo de Antonia
Marrero, brujilla buena aquien debo el regalo más
dulce.
Y también de Inés, que se fue
como una dama.

«¿Qué idea tengo de las cosas?
¿Qué opinión tengo sobre las causas y los efectos?
¿Qué he meditado sobre Dios y el alma
y sobre la creación del mundo?
No sé. Para mí pensar en esto es cerrar los ojos
y no pensar. Es correr las cortinas
de mi ventana (que no tiene cortinas)...»
Alberto CAEIRO, Metafísica Introducción

«No son los argumentos racionales sino
las emociones las que hacen creer en la
vida futura.»
Bertrand RUSSELL, Por qué no soy cristiano

Para reflexionar acerca del plan de este libro —del que entonces no tenía
más que el título y algo así como la sombra de su argumento, una forma vaga y
oscilante proyectada platónicamente sobre el fondo oscuro de mi caverna
interior— fuiaquella mañana cálida de octubre a mi rincón favorito de Londres,
el jardincillo de Red Lyon Square y me senté en el banco más alejado de la
entrada, junto a la imagen tutelar del busto de Bertrand Russell. A mi derecha
entreveía el edificio donde tiene su docta sede la South Place Ethical Society, un
club de debate escéptico y racionalista. De inmediato acudieron docenas de
palomas, convencidasde que a esa hora y en tal lugar un amable viejecito no
podía traer otro designio que echarles migas de pan. ¡La fuerza de la ilusión, el
exhorto de la creencia! Pero en este caso la ilusión no tenía porvenir y pronto se
fueron, rumorosas y gremiales, hacia una señora aún más prometedora que
acababa de sentarse en otro banco. También apareció una ardilla, pero que no
esperaba nada de mí:atareada, segura de sí misma, atendía sus mínimos
negocios bajo el pedestal recoleto del filósofo. Me gusta mucho esa efigie de
Russell, que le presenta con un aire juvenil y una mueca de gnomo travieso.
Fue precisamente un libro suyo, Religión y ciencia, el primero que articuló
teóricamente los planteamientos escépticos de mi temprana incredulidad
juvenil. Lo guardo entre los incunables mássobados de mi biblioteca, junto a
Por qué no soy cristiano del mismo autor... Supongo que aún sin sus
argumentos la fe religiosa me hubiera resultado igualmente imposible. Cuestión
de carácter, quizá.
Y así llego a la pregunta inicial a partir de la cual se ha orientado —con
mayor o menor propiedad— el vagabundeo de las páginas que siguen. Me la
hice por primera vez hace más de cuarenta años,cuando yo tenía en torno a los
catorce. La reafirmé luego a los dieciséis o diecisiete, alentado por la lectura de
los libros de Bertrand Russell.1 Me la reitero ahora, retrocediendo la moviola del
Como sin duda compartimos lecturas favoritas, al poco tiempo de comenzar yo este libro
José Antonio Marina publicó otro titulado Por qué soy cristiano, en alusión al ensayo de
Russell. Tendré ocasiónde referirme a él más adelante. También hay paráfrasis del título de
1

6

tiempo, en esta mañanita insólitamente primaveral del otoño londinense,
mientras mi vecina de banco alimenta con profesionalidad a las insaciables
palomas. ¿Cómo puede ser que alguien crea de veras en Dios, en el más allá, en
todo el circo de lo sobrenatural? Me refiero naturalmente a personas
inteligentes,...
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