musica
Muchachos bailen la cumbia porque la cumbia emociona
La cumbia Cienaguera que se baila suavezona
Vamos a bailar la cumbia porque la cumbia emociona
La bailan en Santa Marta la baila toda la zona
La cumbia Cienaguera que se baila suavezona
Vamos a bailar la cumbia porque la cumbia emociona
Esto dicen los muchachos y es dura porque no toman
La cumbia Cienagueraque se baila suavezona
Vamos a bailar la cumbia porque la cumbia emociona
Vitaly Novich
Muchachos bailen la cumbia porque la cumbia emociona
La cumbia Cienaguera que se baila suavezona
Vamos a bailar la cumbia porque la cumbia emociona
La bailan en Santa Marta la baila toda la zona
La cumbia Cienaguera que se baila suavezona
Vamos a bailar la cumbia porque la cumbia emocionaEsto dicen los muchachos y es dura porque no toman
La cumbia Cienaguera que se baila suavezona
Vamos a bailar la cumbia porque la cumbia emociona
perfume a tus pies
Cuando pienso en tu amor
y en tu fidelidad
no puedo hacer mas que postrarme
y adorar
y cuando pienso en como he sido
y hasta donde me has traido
me asombro de ti
no me quiero conformar
he probado yquiero mas
yo quiero enamorarme mas de ti
enseñame a amarte y a vivir
conforme a tu justicia y tu verdad
con mi vida quiero adorar
todo lo que tengo y lo que soy
todo lo que he sido te lo doy
que mi vida sea para ti
como un perfume a tus pies
Cuando pienso en tu cruz
y en todo lo que has dado
tu sangre por mi
por borrar mi pecado
y cuando pienso en tu mano
hasta aquihemos llegado
por tu fidelidad
no me quiero conformar
he probado y quiero mas
yo quiero enamorarme mas de ti
enseñame a amarte y a vivir
conforme a tu justicia y tu verdad
con mi vida quiero adorar
todo lo que tengo y lo que soy
todo lo que he sido te lo doy
que mi vida sea para ti
como un perfume a tus pies
El diamante tan grande como el Ritz
Autor: F. ScottFitzgerald
I.
John T. Unger descendía de una familia notable, desde hacía varias generaciones, en Hades, pequeña ciudad en la ribera del Misisipí. El padre de John había conservado el título de campeón de golf aficionado en numerosas y reñidas competiciones; la señora Unger era conocida en los antros del vicio y la corrupción, como decían en el pueblo, por sus arengas políticas; y el joven John T. Unger,que apenas había cumplido los dieciséis años, sabía bailar todos los bailes a la moda de Nueva York antes de ponerse pantalones largos. Ahora tenía que pasar algún tiempo lejos de casa. El respeto por la educación impartida en Nueva Inglaterra, verdadero azote de todas las ciudades de provincia, a las que arrebata cada año los jóvenes más prometedores, había alcanzado a sus padres. Lo único quepodía satisfacerlos era que estudiara en el colegio de San Midas, cerca de Boston. Hades era demasiado pequeña para su querido e inteligente hijo.
Pero en Hades —como bien sabe cualquiera que haya estado allí— los nombres de los más elegantes colegios preuniversitarios y las más elegantes universidades significan muy poco. Sus habitantes llevan tanto tiempo alejados del mundo que, aunque presumende estar al día en moda, costumbres y literatura, dependen en gran medida de lo que les llega de oídas, y una ceremonia que en Hades se consideraría perfecta sería juzgada «quizá un poco cursi» por la hija del rey de las carnicerías de Chicago.
Era la víspera de la partida de John T. Unger. Mientras la señora Unger, con maternal fatuidad, le llenaba las maletas de trajes de lino y ventiladoreseléctricos, el señor Unger le regaló a su hijo una billetera de asbesto atiborrada de dinero.
—Acuérdate de que aquí siempre serás bien recibido —le dijo—. Puedes estar seguro, hijo, de que mantendremos viva la llama del hogar.
—Lo sé —contestó John con voz ronca.
—No olvides quién eres y de dónde vienes —continuó su padre con orgullo—, y no hagas nada de lo que te puedas avergonzar. Eres un...
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