nada detiene a las golondrinas

Para nadie es secreto el vuelco experimentado desde mediados del siglo XX por la llamada literatura infantil y juvenil, perspectiva(1) literaria y creativa que, cada día, se encamina más hacia la búsqueda de textos con un lenguaje y una expresión de identidad hacia los jóvenes lectores, lo cual se consigue sin menoscabo de su calidad y rango estilístico y sin propiciar el divorcio con el lectoradulto.

Esta literatura, lamentablemente otrora llena de simplismos, lugares comunes y el peor sustrato moralista o académico, se renueva hoy día en propuestas formales y temáticas más aventuradas, sobre todo en la consecución de un cambio de tono y perspectiva, cada vez que se asume el universo infantil o se erige un discurso dirigido hacia estas edades.

La inigualable experiencia que en laedición del 2002 significó compartir el jurado del Premio Casa de las Américas con dos escritores de la magnitud de la venezolana Laura Antillano y el argentino radicado en México Luis María Pescetti –quienes como autores enfrentan el resto de escribir desde perspectivas estéticas muy diferentes a las mías, aunque a la postre con similares objetivos y principios–, me permitió, por supuesto, tomarel pulso a un movimiento continental que cada día se renueva y enriquece de forma asombrosa, casi telúrica y que, desde hace varias décadas, cuenta ya con dignos epígonos como las autoras brasileñas Lygia Bojunga Nunes y Ana María Machado (Premios Hans Christian Andersen de 1982 y 2000, respectivamente), la argentina Graciela Montes, el chileno Manuel Peña Muñoz, la colombiana Irene Vasco, entreotros.

Tras la fatigosa –y algunas veces placentera– lectura de 154 obras, entre las cuales había poemarios, prosas poéticas, obras teatrales, libros de cuentos, memorias y numerosas novelas, por absoluta unanimidad los miembros del jurado coincidimos en premiar un texto que ya desde entonces me pareció verdaderamente significativo: Nada detiene a las golondrinas, del novel autor argentinoCarlos Marianidis.

Aparecida un año después (y ya agotada) la hermosa edición de Casa de las Américas, me permitió constatar nuevamente la calidad y los valores de esta obra que, sin dudas, consigue trascender la media de cuanto se escribe actualmente en América Latina, no solo por su estilo y postulados estéticos, sino por su alcance moral, sobre todo en la idea de establecer un discurso renovadordirigido a esa infancia que, por cualquier rincón de este maltratado continente (y podría decirse también mundo) nuestro requiere del aliento de un adulto que le mire comprensivamente.

La trama, con toda intención, su sumerge en el mundo más cotidiano que imaginar pudiéramos. Si algo caracteriza a esta nueva literatura comprometida con la realidad de la infancia y la juventud, seráprecisamente que el soplo del elemento fantástico viene más de la mano de cuanto imaginan o sueñan sus protagonistas, que de la voz narradora de los propios autores.

En Nada detiene… Miguel, un preadolescente ocurrente y soñador, nos relata sus cotidianas –y no por ello menos asombrosas– experiencias en el descubrimiento de la amistad, el sexo, el amor y su, en ocasiones, precario entendimiento con eluniverso adulto en que le ha correspondido vivir y desarrollarse.

Desde que abrimos la primera página, enseguida nos percatamos de estar frente a un narrador (excelente cronista) que, sin vacuos alardes formales o estilísticos y sí con un tono muy adecuado y natural, consigue adentrarnos en las preocupaciones, sueños y anhelos de un chico normal, a quien acosan las inquietudes y sentimientoslógicos de su cambiante y contradictoria edad, tiempo de inseguridades y frustraciones, de reafirmaciones y negación, de independencia y, a la vez, de necesaria guía de la mano adulta.

Desde su comienzo mismo, la novela va a discurrir en tres planos: de una parte, la escuela donde Miguel se tropieza con todo un mosaico de caracteres o tipos encontrados entre sí (tanto profesores como alumnos);...