Nada en especial
Thomas Gifford
NOTA DEL AUTOR
Invertir nueve años en la investigación y posterior redacción de un libro resulta una tarea notablemente intimidatoria. Me han ayudado innumerablespersonas, tanto desde dentro de la Iglesia como desde fuera; otras, en cambio, obstaculizaron mi trabajo. Sin duda todas ellas tuvieron motivos suficientes para actuar como lo hicieron, ya fuese deforma desinteresada o despreciativamente. Pero, por cada una que intentó detener mi trabajo, hubo muchas más que me ofrecieron su tiempo, sus energías y su comprensión para ayudarme. Todos saben quiénesson, tanto los héroes como los villanos. Sin embargo, tres personas me han sido del todo indispensables.
Charles Hartman me inspiró todos los aspectos de la tarea a emprender. Sin él, este libro nohabría existido. Ha sido una fuente de estímulos constantes: se mostraba infatigable cuando a mí ya me fallaban las fuerzas. En los momentos difíciles, cuando los obstáculos parecían imposibles desuperar, nunca me falló.
Kathy Robbins se supo abrir paso entre la densa e infranqueable maleza de emociones, intereses y egos encontrados, y entre la vasta acumulación de documentos legales, con lahabilidad, el buen humor y la agudeza de una excelete diplomática. Durante casi nueve años esquivó a los dragones, incluso cuando éstos parecían tener todas las de ganar.
Beverly Lewis se unió al empeñocuando éste había alcanzado el punto álgido de la crisis, y con su clara inteligencia y la determinación de un jesuita logró que todo se solucionara. Sus dotes como editora sólo se han visto superadaspor una cualidad que distingue a los grandes editores de todos los demás: el total respeto y comprensión hacia las intenciones del autor.
Los posibles fallos del libro que ahora tiene usted en susmanos deben imputárseme a mí; todas sus cualidades, las comparto gustoso con estas tres personas.
THOMAS GIFFORD
Londres, noviembre de 1989
PRÓLOGO
Octubre de 1982
Nueva York
Aquel hombre...
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