Nada Por Aqui Nada Por Alla Cuento

Páginas: 6 (1477 palabras) Publicado: 4 de agosto de 2015
Enrique Melantoni

Nada por aquí.
nada por allá
Ilustrado por Rodrigo Folgueira

Una mañana, el gran mago Aparicio acababa de prepararse un rico mate,
cuando sonó el timbre de la puerta de calle.
—¿Quién será, tan temprano? —se preguntó, mientras hacía un pase de
magia para que su bata y sus pantuflas vinieran corriendo de la pieza.
Se miró en el espejo del zaguán. Se peinó un poco el bigote(tenía uno
de esos bigotes finitos con un rulo en las puntas) y preguntó:
—¿Quién es?
—Soy yo, Apa. Ilusionetti.
Aparicio le abrió la puerta a su amigo, el mago Ilusionetti, y lo saludó
por su nombre.
—¡Romualdo! ¡Tanto tiempo sin aparecer...! Venga, venga a tomarse
unos mates conmigo.
—Cómo no, encantado —dijo Ilusionetti—. La verdad es que vine a
pedirle un consejo...
Texto © 2006 Enrique Melantoni.Dibujo © 2006 Rodrigo Folgueira. Permitida la reproducción no comercial,
para uso personal y/o fines educativos. Prohibida la reproducción para otros fines sin consentimiento escrito de
los autores. Prohibida la venta. Publicado y distribuido en forma gratuita por Imaginaria y EducaRed:
http://www.educared.org.ar/imaginaria/biblioteca

Enrique Melantoni - Nada por aquí, nada por allá

—¿Un conejo? Nome diga que el suyo sigue encaprichado en no salir
de la galera...
—No. El conejo se porta bien. Me hice una varita de zanahoria y, por
suerte, siempre cae en el engaño. Un consejo es lo que busco. Algún truquito
lindo, porque ya no se me ocurre nada nuevo.
Aparicio se tiró del bigote, como siempre que pensaba con intensidad.
—Un truco... Ahá. ¿Para qué edad, más o menos?
—Digamos de doce paraarriba. Ya sabe, cuando los del público son
chicos, se sorprenden con los trucos sencillos, pero a medida que crecen son
un dolor de cabeza. Se aburren, hablan a los gritos. Algunos adivinan cómo
hice el acto... ¡y aciertan!
—A ver —dijo Aparicio, y de la nada hizo aparecer un librote viejo y
lleno de polvo y se puso a pasar las páginas—, de doce a dieciséis... de doce a
dieciséis... ¡acá está!Venga, Ilusionetti, vamos a sentarnos al patio.
Se sentaron junto a una mesita de tres patas, que había venido caminando sola desde la cocina con la bandeja del mate. Aparicio llamó a Ubaldo,
un gato negro y dormilón, que se acercó maullando malhumorado. El gato
subió a la mesa de un salto y se puso a cebarles mate, como si lo hubiera hecho
toda la vida.
Ilusionetti lo miraba de reojo, pero no dijonada. Aparicio leyó en voz
alta el índice del libro.
—Adivinar una carta... Hacer aparecer monedas en las orejas de los
chicos... Convertir la varita en una paloma...
Mientras hablaba, Ilusionetti negaba con la cabeza.
—Todos esos ya los conozco, Apa. ¡Y los chicos también! Ya no
tienen gracia.
Aparicio hizo desaparecer el libro.
—Es cierto. Este libro ya está pasado de moda —se quedó un minuto
ensilencio, y luego preguntó—. ¿Y si se lleva a Ubaldo?
—Pero... ¡Ubaldo es un gato!
El gato empezó a mover la cola, ofendido. Aparicio sonrió.
-2-

Enrique Melantoni - Nada por aquí, nada por allá

—Sí. Es un gato, pero sabe cosas que otros gatos ni se imaginan. A ver,
Ubaldo, tóquese algo...
Ubaldo saltó de la mesa, se fue al saloncito, y un momento después se escucharon los primeros compases dela sonata “Claro de Luna”, de Beethoven.
Aparicio se acercó a Ilusionetti y murmuró:
—Sólo tiene que hacerles creer a los chicos que acaba de hipnotizarlo.
Eso sí, no le pida nada demasiado complicado. Una vez quiso tocar “El vuelo
del moscardón” y estuvo una semana con calambres en las patitas.
—Gracias, Aparicio. Usted es muy generoso, pero déjeme pensarlo. Yo
siempre trabajo solo, ¿sabe?
Ya elsol estaba bastante alto y había comenzado a hacer calor. Ilusionetti
miró en el cielo hasta que encontró una nubecita perdida, y con un pase de
magia la fue moviendo hasta que les hizo sombra.
—¡Ah...! Así está mucho mejor —dijo.
En ese momento, Aparicio recordó su última compra de equipo. Metió
la mano en el bolsillo de su bata y sacó una varita nueva. Comenzó a apuntarles a todos los...
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