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Páginas: 18 (4357 palabras) Publicado: 22 de mayo de 2014
Para hablar de Dios existen dos caminos: uno de ellos es la fe, fundamentada en la intervención directa, libre, inesperada, del propio Dios en la historia de los hombres; una intervención-se llama Revelación-comprobable experimentalmente, como cualquier otro hecho histórico. El segundo camino para hablar de Dios consiste en verificar que sin Dios, no es posible que exista algo -el mundo- cuyaexistencia es indiscutible. Es el camino que sugiere la Escritura cuando señala que «lo invisible de Dios, su eterno poder y divinidad son conocidos mediante las obras» de Yahvéh (Romanos 1, 21).

Conviene recalcar que esta vía para llegar a Dios no equivale a la que intenta partir del desasosiego experimentado cuando se carece de Dios: ante argumentos de ese tipo siempre aparece un Sartredispuesto a decir que los hombres pueden muy bien no encontrar un sentido a sus vidas, pero que ¡tanto peor para ellos!, (si no están a gusto los hombres, que no inventen un dios; que se peguen un tiro si quieren, como-en efecto-han hecho algunos discípulos y lectores del mencionado autor, persuadidos de la inutilidad humana).

El camino para hablar de Dios ha de ser tal que no quepa truncarlo conuna salida de ese estilo: «pues peor para los hombres.» Se llegará rigurosamente hasta Dios, si se consigue mostrar que Dios es imprescindible (en el sentido de que negando a Dios habría que negar también otras cosas -el mundo- que, sin embargo, no pueden ponerse en duda). Habrá que concluir afirmando a Dios, cuando se compruebe que sin Él serían imposibles unas cosas que no pueden ser imposibles,por la sencilla razón de que están ahí. Para hablar, pues, de Dios al margen de la fe sobrenatural, se requiere tener firmemente establecidos dos principios:

-que el mundo existe, sin ningún género de dudas; y

-que ese mundo real sería sencillamente impensable -contradictorio, imposible- sin un Dios, por lo menos tan real como el mismo mundo.

¿Hay en la ciencia experimental "hueco" paraDios?

Habrá que ver si la ciencia contradice esos principios; pero antes de entrar en detalles conviene detectar un cierto estado de opinión: bastantes personas tienen la impresión de que quienes más saben del mundo -esto es, los científicos- pueden muy bien discurrir acerca del universo, sin pensar para nada en Dios. De hecho, no faltan investigadores que aseguran no encontrar un hueco para Diosen la naturaleza que estudian.

Es necesario subrayar esa frase: no encuentran un hueco para Dios; y vale la pena comentarla. Algunas personas, no muy bien informadas, sospechan que ocurre algo más grave: no sólo temen que los científicos puedan prescindir de Dios; temen que, con sus descubrimientos, lo contradigan. Parece oportuno aclarar que de ningún modo es éste el problema. Como advertíarecientemente el biólogo A. Santos Ruiz, «puede decirse categóricamente que ningún hecho científico, plenamente confirmado, ha tenido que rechazarse por estar enfrentado con la doctrina revelada; o, al revés, que ninguno de esos hechos puede poner en entredicho la fe». Hubo ciertamente una época -durante los siglos XVIII y XIX-, en que la cuestión se planteaba en esos términos: algunos ateos,cultivadores de las ciencias, alimentaban la esperanza de asestar -con su saber- el «golpe de gracia» a la idea de Dios. La verdad es que hoy nadie medianamente riguroso enfoca las cosas de ese modo.

El conocido antropólogo, ateo, Levi-Strauss reconocía, últimamente, cómo la ciencia no le puede servir para justificar su ateísmo. Y el biólogo Jean Rostand, igualmente ateo, confesaba también hacepoco al escritor Christian Chabanis: «Yo he dicho que no a Dios...», pero al margen de su ciencia; con ella no ha conseguido demostrar que Dios no exista; más aún, «el problema de la fe -dice- me lo planteo todos los días; me obsesiona; es un problema que vuelve a cada momento...». A pesar de que muchos lo han intentado con admirable tesón, verdaderamente ya no es posible abrigar la esperanza de un...
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