Nada
El niño con el
pijama de rayas
ilustraciones de Gianni De Conno
Traducción del inglés de
Gemma Rovira Ortega
Título original: The Boy in the Striped Pyjamas
Ilustraciones de cubierta e interior de Gianni De Conno © 2009, RCS Libri S.p.A., Milán
Copyright © John Boyne, 2006
Copyright de la edición en castellano © Ediciones Salamandra, 2007
Publicaciones y EdicionesSalamandra, S.A.
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ISBN: 978-84-9838-316-4
Depósito legal: NA-3.113-2010
1ª edición, diciembre de 2010
Printed in Spain
Impreso y encuadernado en:
GRÁFICAS ESTELLA, S.L.
Ctra. Estella-Tafalla, km 2 - 31200 Estella (Navarra)
para Jamie Lynch
1
El descubrimiento de Bruno
Una tarde, Bruno llegó de la escuela y sellevó una sorpresa al ver que Ma
ria, la criada de la familia —que siempre andaba cabizbaja y no solía levan
tar la vista de la alfombra—, estaba en su dormitorio sacando todas sus cosas
del armario y metiéndolas en cuatro grandes cajas de madera; incluso las
pertenencias que él había escondido en el fondo del mueble, que eran su
yas y de nadie más.
—¿Qué haces? —le preguntó con toda laeducación de que fue capaz,
pues, aunque no le hizo ninguna gracia encontrarla revolviendo sus co
sas, su madre siempre le recordaba que tenía que tratarla con respeto y no
limitarse a imitar el modo en que Padre se dirigía a la criada—. No to
ques eso.
Maria negó con la cabeza y señaló la escalera, detrás de Bruno, donde
acababa de aparecer la madre del niño. Era una mujer alta y de largocabe
llo pelirrojo, recogido en la nuca con una especie de redecilla. Se retorcía
las manos, nerviosa, como si hubiera algo que le habría gustado no tener
que decir o algo que le habría gustado no tener que creer.
—Madre —dijo Bruno—, ¿qué pasa? ¿Por qué Maria está revolviendo
mis cosas?
—Está haciendo las maletas.
9
—¿Haciendo las maletas? —repitió él, y repasó a toda prisa los díasanteriores, considerando si se había portado especialmente mal o si había
pronunciado aquellas palabras que tenía prohibido pronunciar, y si por
eso lo castigarían mandándolo a algún sitio. Pero no encontró nada. Es
más, en los últimos días se había portado de forma perfectamente correc
ta y no recordaba haber causado ningún problema—. ¿Por qué? —pre
guntó entonces—. ¿Qué he hecho?
PeroMadre ya había subido a su dormitorio, donde Lars, el mayordo
mo, estaba recogiendo sus cosas. La mujer echó un vistazo, suspiró y alzó
las manos en un gesto de frustración antes de volver hacia la escalera. En
ese momento Bruno subía, porque no pensaba olvidar el asunto sin haber
recibido una explicación.
—Madre —insistió—, ¿qué pasa? ¿Vamos a mudarnos?
—Ven conmigo —dijo ella, señalando elgran comedor, donde la se
mana anterior había cenado el Furias—. Hablaremos abajo.
Bruno se volvió y bajó la escalera a toda prisa, adelantando a su madre,
de modo que ya la esperaba en el comedor cuando ella llegó. La observó un
momento en silencio y pensó que aquella mañana se había aplicado mal el
maquillaje, porque tenía los bordes de los párpados más rojos de lo habi
tual, igual quese le ponían a él cuando se portaba mal, se metía en un
aprieto y acababa llorando.
—Mira, hijo, no tienes que preocuparte —dijo ella, acomodándose en
la silla donde se había sentado la acompañante del Furias, una rubia her
mosísima, y desde donde ésta se había despedido de Bruno con la mano
cuando Padre cerró las puertas—. Ya verás, de hecho vas a vivir una gran
aventura.
—¿Qué...
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