Nadie Dice Nada
Los oía hablar en la cocina. No podía oír lo que decían, pero estaban discutiendo. Luego se callaron y ella empezó a llorar. Le di un codazo a George. Pensé que si se despertaba y les decía algo a lo mejor se sentían culpables y paraban. Pero George es tan estúpido... Se puso a dar patadas y a chillar.
–Deja de pincharme, bastardo –dijo–. ¡Me voy a chivar!
–Tonto de mierda–dije–. ¿Es que nunca te enteras de nada? Están regañando y mamá se ha puesto a llorar. Escucha.
George escuchó con la cabeza fuera de la almohada.
–Me tiene sin cuidado – dijo, y se volvió hacia la pared y siguió durmiendo. George es un estúpido de campeonato.
Luego oí que papá se iba a tomar el autobús. Salió dando un portazo. Mamá me había dicho que papá quería deshacer la familia. Pero yono había querido seguir escuchando.
Al rato mamá vino a llamarnos para ir al colegio. Su voz sonaba extraña..., no sé. Le dije que tenía dolor de estómago. Era la primera semana de octubre y aún no había faltado un solo día a clase, así que ¿qué podía decirme? Me miró, pero como si estuviera pensando en otra cosa. George estaba despierto, y escuchaba. Yo sabía que estaba despierto por la forma demoverse en la cama. Esperaba a ver lo que pasaba para jugar luego sus cartas.
–De acuerdo –dijo mamá, y meneó la cabeza–. No sé, la verdad. Quédate en casa, pues. Pero nada de televisión, no lo olvides.
George se incorporó.
–Yo también estoy enfermo –le dijo a mamá–. Me duele la cabeza. Este ha estado pinchándome y dándome patadas toda la noche. No he podido pegar un ojo.
–¡Basta! –dijomamá–. ¡Vas a ir al colegio, George! No vas a quedarte regañando con tu hermano todo el santo día. Levántate y vístete. Lo digo en serio. No estoy para más peleas esta mañana.
George esperó a que mamá saliera del cuarto. Se deslizó hasta el suelo por el pie de la cama.
–Bastardo –dijo, y me arrancó las mantas de un tirón. Corrió a refugiarse dentro del baño.
–Te voy a matar –dije yo, pero no tanalto como para que mamá pudiera oírme.
Me quedé en la cama hasta que George se fue al colegio. Cuando mamá empezó a prepararse para ir al trabajo, le pregunté si podía hacerme la cama en el sofá. Le dije que quería estudiar. En la mesita de la sala tenía los libros de Edgar Rice Burroughs que me había regalado por mi cumpleaños. Y el libro de Sociales. Pero no me apetecía leer. Lo que quería esque se marchara para poder ver la televisión.
Accionó la cisterna del water.
No pude esperar más. Encendí el televisor, pero sin volumen. Fui a la cocina, donde mamá había dejado el paquete de cigarrillos, y le cogí tres. Los metí en la alacena y volví al sofá y me puse a leer La princesa de Marte. Al salir del baño mamá echó una ojeada al televisor encendido, pero no dijo nada. Yo tenía ellibro abierto. Se dio unos toques en el pelo delante del espejo y luego entró en la cocina. Cuando salió volví a poner los ojos en el libro.
–Llego tarde. Adiós, cariño. –No iba a sacar a relucir el tema de la tele. La noche anterior había dicho que ya no sabía lo que era ir al trabajo sin que le “pusieran los nervios de punta”.
–No te hagas nada de comida. No tienes que encender la cocina paranada. Si tienes hambre, hay atún en la nevera. –Me miró–. Pero si estás mal del estómago, no creo que debas comer nada. Bueno, de todas formas no enciendas para nada la cocina. ¿Me oyes? Te tomas esa medicina, cariño, y a ver si esta noche tienes mejor el estómago. Puede que esta noche ya estemos todos mejor.
Estaba de pie en la puerta, con la mano en el tirador. Parecía como si quisieraañadir algo. Se había puesto la blusa blanca, el cinturón negro y ancho y la falda negra. Unas veces lo llamaba su conjunto, otras su uniforme. Hasta donde yo podía recordar, siempre lo tenía en una percha del armario o colgado en el tendedero o lo lavaba a mano por la noche o lo planchaba en la cocina.
Mamá trabajaba de miércoles a domingo.
–Adiós, mamá.
Esperé hasta que puso el coche en...
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