Nadie Puede Saberlo Ernesto Bunster

NADIE PUEDE SABERLO
Enrique Bunster


PERSONAJES

DOMÍNGUEZ (Periodista) Camila Canales Pablo Valdés
MANRÍQUEZ (Periodista) Aníbal Fuentes
GONZÁLEZ (Cristóbal Colón) Fernando Flores
Gutiérrez (Doctor) Josefa Ruiz Miguieles
SRA. GALLINATO Pablo Valdés
RODRÍGUEZ Michelle/Consuelo
Martínez


Una salita de recibo con muebles de mimbre y adornada con sobriedad. Al fondo: puerta a laizquierda, ventana a la derecha, ambas sobre una galería, con vista a un jardín.
Al levantarse el telón aparece DOMÍNGUEZ y MANRÍQUEZ de pie, sombrero en mano, actitud de visitante. DOMÍNGUEZ es una mujer alta y nerviosa, cuya inseguridad y timidez resaltan a simple vista; MANRÍQUEZ, en cambio, es un hombre grande y se muestra muy seguro de sí mismo.
A poco entra Gutiérrez, muy culta, y cambian los tresuna venia.

Gutiérrez. — ¿Los señores DOMÍNGUEZ y MANRÍQUEZ?
DOMÍNGUEZ. — Servidor de usted (se dan la mano).
MANRÍQUEZ. —
Gutiérrez. — Soy la doctora Gutiérrez. ¿Han esperado ustedes mucho?
DOMÍNGUEZ. — ¡Oh! nada, acabamos de llegar.
Gutiérrez. — Tenemos a esta hora tanto que hacer... Claro, cuando me han anunciado a dos periodistas...
MANRÍQUEZ. — Muy amable, señora. Supongo que no habremosllegado a destiempo.
Gutiérrez. — Llegan ustedes a tiempo y están en su casa.
DOMÍNGUEZ. — ¡Muchísimas gracias!
Gutiérrez. — Pero siéntense ustedes señores. (Se instalan en tres sillas). ¿De manera, pues, que desean conocer las intimidades de nuestra Clínica?...
DOMÍNGUEZ. — Exactamente. Queremos ilustrar a nuestros lectores acerca de cómo se vive en las llamadas "casas de locos".
Gutiérrez. —Harán ustedes una información curiosísima. Una casa de locos siempre es una caja de sorpresas... Se los digo también como una advertencia. Porque las extravagancias y disparates con que se van a encontrar aquí podrían producirles una impresión demasiado fuerte...
MANRÍQUEZ. — Estamos prevenidos... ¿Va usted, pues, a presentar a sus enfermos?
Gutiérrez. — Por supuesto. Su entrevista seríaincompleta si no se basase en el conocimiento personal de los recluidos.
DOMÍNGUEZ. — Muy bien me parece... (Inquieto). Sólo que no hay entre ellos alguno...

Gutiérrez (Sonriendo). — ¿Quiere usted decir peligroso, loco furioso?... No, no tenemos sino enfermos inofensivos, simples chifla-dos... Claro está que uno nunca puede fiarse mucho de esta gente...
MANRÍQUEZ. — (Incómodo) i Ah!... de modo quepuede darse el caso... de que... uno de ellos...
Gutiérrez. — No, no, no hay nada que temer.
DOMÍNGUEZ. — Pero llegado el caso de que alguno se enfurezca, doctora...
Gutiérrez. — ¡Ah!, eso es algo serio. Porque la rabia en los locos alcanza proporciones tremendas, convirtiéndose los enfermos en Hércules, ¿sabe?, capaces de estrangularlo a usted con una mano. (DOMÍNGUEZ se lleva la mano a lagarganta asustadísimo). Es horrible. Hace años una de las recluidas, muchacha de 21 años de edad, mató en esa forma al cuidador del establecimiento.
DOMÍNGUEZ.- (Impresionada) ¡Oh! Doctor... Caramba, ¿eh?... No sabíamos esto...
Gutiérrez. — No está de más que lo sepan, señores. Pero no se impresionen ustedes.
MANRÍQUEZ. — (Muy incómodo) ¡Oh!, no, doctor, no nos impresionamos nada... Es decir, casinada...
Gutiérrez. — No hay que tenerles miedo. Y para que aprendan ustedes cuan inocentes son en el fondo, voy a relatarles algunas de sus excentricidades. (DOMÍNGUEZ saca libreta y lápiz MANRÍQUEZ presta atención). Así no se asustarán cuando los tengan delante.
DOMÍNGUEZ.- No nos asustaremos. ¡No faltaba más!
Gutiérrez. — Uno de los casos más simpáticos es el de "Cristóbal Colón"... tenemos aquí aCristóbal Colón (risa de DOMÍNGUEZ). Es un caso de manía tranquila, siempre que no se tenga la mala idea de contradecirlo... Pasa este hombre encerrado en su cuarto... rodeado de cartas e instrumentos, trazando la ruta de su barco... De pronto, descubre "América"... América es el jardín. Entonces arma Colón un escándalo que pone la casa en conmoción... Al día siguiente se olvida del magno...