Nancy Chodorow
Las niñas tienden a mantener una cierta porosidad de esa discriminación temprana, debido a que su identificación primaria con la madre es más sólida y persistente. Estatendencia favorece tanto la empatía como la confusión con el otro, según sea el caso.
A partir de esta diferenciación entre el sí mismo y el otro propia de los primeros tiempos del desarrollo, ¿cómo se llega a la construcción subjetiva de una representación de la diferencia sexual? Me refiero a los logros evolutivos a los que se adviene mediante la resolución edípica. En el relato de SigmundFreud (“Sobre la sexualidad femenina”, 1931, y “La feminidad”, 1933), el proceso subjetivo masculino se caracteriza por la ansiedad de castración y el menosprecio triunfante respecto de las niñas. El relato freudiano, aunque sesgado, pudo haber dado cuenta de modalidades de subjetivación propias de un período histórico con fuerte dominación social masculina. En la actualidad, surgen transformacionessubjetivas. Jessica Benjamin (Sujetos iguales, objetos de amor, 1997) considera que hay formas de desarrollo psíquico donde la masculinidad no se construye forzosamente sobre la desidentificación temprana respecto de la madre. Las identificaciones que cruzan géneros no son repudiadas, sino que se integran en el sí mismo, de modo minoritario con respecto a la corriente identificatoria hegemónica.Esta modalidad ya había sido teorizada por Joyce McDougall (“La homosexualidad femenina” en La sexualidad femenina, de Jeannine Chasseguet Smirgel). Estos relatos procuran dar cuenta de la multiplicidad y variedad de lo inconsciente, no sólo de la fachada manifiesta con la que se busca la adaptación, hacia la cual los varones son empujados por una poderosa presión social.
En cuanto a las niñas,el relato freudiano consideraba que se separan con odio de su madre, a la cual hacen responsable de la supuesta desventaja anatómica respecto del varón. Resta para las mujeres la sensación de haber sido defraudadas, la asunción dolorosa y gradual de un estatuto devaluado, o la revuelta –considerada por Freud como casi delirante y travestida–, donde la niña construye un carácter masculino. Estaentrada en la feminidad, signada por la desvalorización de la condición femenina y por la idealización de lo masculino, pudo haber sido observable en sociedades marcadamente sexistas. Como expresó Luce Irigaray (Speculum, 1974), el superyó femenino no ama a las mujeres.
Nancy Chodorow (El ejercicio de la maternidad, 1984) elaboró un relato alternativo de la resolución edípica femenina, en el cualla madre, aunque pase a ser una rival, es conservada como objeto de amor. En cada paso del camino, la niña se vuelve hacia ella para compararse, para ver si está contenta, si está celosa: la madre constituye un punto de referencia vivo y activo en el interior de la subjetividad de las mujeres. No podía ser de otro modo tratándose de un vínculo primario con quien fue, a la vez, el primer objeto de...
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