Narración

Una huida inesperada

Era una cálida tarde de agosto, estaba en un pueblo de Castilla la Mancha llamado Valdeganga. Había ido a casa de mis abuelos a pasar unas semanas de verano, como cada año.Aquél día hacía mucha calor, así que nos quedamos todos en casa, esperando a que atardeciera, para poder salir a la calle, o a dar un paseo por el campo. Mis padres y mis abuelos estaban durmiendo la“siesta”. Estaba muy aburrido, allí no había Internet y en la televisión no daban nada interesante, así que decidí jugar a las cartas con mi hermano, que se negó rotundamente, pero tras mi insistenciaacabó cediendo. Justo cuando íbamos a empezar, se despertó mi abuela, y se unió a la partida. La tarde pasó muy rápido, y cuando quise darme cuenta, ya casi era de noche. Era la hora perfecta para salira pasear, así que le puse el collar a mi perra, y salimos mi hermano y yo camino a un río que pasa al lado del pueblo, el Júcar. Aunque ya no hiciese sol, seguía habiendo un bochorno abrasador, y seveía poca gente por las calles.

Llegamos al río, y nos sentamos a descansar en unos bancos a la orilla. Cuando nos dimos cuenta de que se acercaba otro perro, mi perra ya estaba corriendo hace él.No tenía intención de pelearse, o por lo menos eso parecía, pero el simple hecho de que se acercase tan rápidamente al otro perro ya me ponía nervioso, así que me levanté de prisa a buscarla, perocuando estuve a punto de alcanzar el collar, salieron los dos perros corriendo por un camino desconocido para mí, y se alejaron muy rápidamente. Estuvimos mi hermano, yo y el propietario del otro perrotodo lo que quedaba de tarde buscándolos, pero ni rastro. Me fui a casa decepcionado, con esperanzas de encontrarla al día siguiente. Esa noche dormí poco, pensando qué estaría haciendo en ese momentomi perra.

Al día siguiente, me levanté y fui con mi abuelo a la policía local, para ver si la habían encontrado. Mi abuelo entró, y le contó todo lo sucedido al recepcionista. Por suerte, nos...