Narraciones
Texto 6
POR LOS PUEBLOS DEL VIENTO* Por Max Seitz Aterricé en el norte de la Patagonia argentina tras un vuelo turbulento y al bajar del avión comprendí enseguida el porqué de tantos sacudones. Una fuerte corriente de aire me impedía avanzar por la pista hacia la terminal aérea de la ciudad de Trelew, en la provincia de Chubut, a unos 1.400 kilómetros al sur de Buenos Aires. Allá lejos, grupos de árboles resistían encorvados ese empujón invisible. Experimenté así, de primera mano, lo que me habían adelantado. Que el viento patagónico no es cosa menor, sino una robusta y constante presencia.
Procedente de Proyecto Aula: http://lenguayliteratura.org Autor: Raúl Arístides Pérez Aguilar
¿Cómo no va a mover, entonces, las aspas de una turbina eólica (o aerogenerador)? Y mucho más: la electricidad que genera el viento está cambiando vidas en la región, alumbrando hogares y escuelas en sitios remotos, en medio de una apagada aridez. "La Patagonia presenta condiciones ideales, casi únicas en el mundo, para el desarrollo de la energía eólica", me dijo Héctor Mattio, director del Centro Regional de Energía Eólica (CREE). Esta institución depende del gobierno de Chubut y se encuentra en la ciudad de Rawson, la capital del distrito, muy cercana a Trelew. "Tenemos vientos intensos, sostenidos, que llegan a 11 metros por segundo, mientras que en Europa suelen ser de hasta nueve. Hay un gran potencial, pero aún queda mucho por hacer para aprovecharlo bien a gran escala". Salir del aislamiento Por lo pronto, el CREE tiene en marcha numerosos proyectos de instalación de aerogeneradores en el nivel comunitario, no tanto pensando en el sistema energético provincial y nacional. Hasta el momento más de 300 aldeas rurales y escolares aisladas de Chubut, varias de ellas habitadas por indígenas y sus descendientes, han recibido pequeñas turbinas eólicas que les proveen iluminación, la posibilidad de usar electrodomésticos y comunicación. Para verlo con mis propios ojos viajé a los caseríos en torno de la pequeña población de Chacay Oeste. Me acompañó Marcos Nahuelhual, un joven técnico del CREE descendiente de indígenas tehuelches. En automóvil viajamos durante horas y horas por rutas de ripio en medio de un paisaje árido y una soledad de la que cada tanto nos sustraía algún avestruz, algún guanaco o alguna oveja que se cruzaba en el camino. Ni una torre eléctrica se veía por allí. Cuando el sendero se desdibujó y se tornó casi intransitable, encontramos vida en un grupo de viviendas extraviadas en un asentamiento sin nombre. Por suerteProcedente de Proyecto Aula: http://lenguayliteratura.org Autor: Raúl Arístides Pérez Aguilar
Marcos sabía adónde íbamos. A la puerta de su casa baja de piedra nos recibió el indígena araucano Julián Ibañez, de 66 años. Posee caballos y ovejas, pero su bien más preciado es un aerogenerador de 12 metros de altura con tres palas y 600 watts de potencia ...
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