convertido en un Moridero, donde van a terminar sus días quienes no tienen dónde hacerlo, me cuesta mucho trabajo ver cómo poco a poco los peces han ido desapareciendo. Tal vez sea que el agua corriente está llegando demasiado cargada de cloro, o quizá que no tengo el tiempo su- ficiente para darles los cuidados que se merecen. Comencé criando Gu- pis Reales. Los de la tienda me aseguraron que setrataba de los peces más resistentes y, por eso mismo, los de más fácil crianza. En otras palabras, eran los peces ideales para un principiante. Tienen, además, la particu- laridad de reproducirse rápidamente. Los Gupis Reales son vivíparos, no necesitan tener un motor de oxígeno para que los huevos se mantengan en la pecera sin que el agua tenga que cambiarse. La primera vez que pu- se enpráctica mi afición no tuve demasiada suerte. Compré un acuario de medianas proporciones y metí dentro una hembra preñada, otra to- davía virgen y un macho con una larga cola de colores. Al día siguiente el macho amaneció muerto. Estaba echado boca arriba, entre las piedras multicolores con las que recubrí la base. De inmediato busqué el guante de jebe con el que hacía el teñido de cabello a lasclientas, y saqué al pez muerto. En los días siguientes nada importante aban que traían mala suerte. No les hice el menor caso y con el tiem- po fui adquiriendo nuevos acuarios así como los implementos necesarios para tener todo en regla. Conseguí pequeños motores para el oxígeno, que simulaban cofres de tesoro olvidados en el fondo del mar. Hallé tam- bién motorcitos en forma de hombres rana de cuyostanques salían en forma constante las burbujas. Cuando al fin conseguí cierto dominio con otros Gupis Reales que fui comprando, me aventuré con peces de crian- za más difícil. Me llamaban mucho la atención las Carpas Doradas. Creo que fue en la misma tienda donde me enteré de que en ciertas culturas era un placer la simple contemplación de las Carpas. A mí comenzó a sucederme lo mismo. Podía pasarmuchas horas seguidas admirando los reflejos que emitían las escamas y las colas. Alguien me confirmó después que ese tipo de pasatiempo era una diversión extranjera.
Pero lo que sí no me parece ningún tipo de diversión es la cantidad cada vez mayor de personas que vienen a morir al salón de belleza. Ya no son solamente amigos en cuyos cuerpos el mal está avanzado, sino que la ma- yoría sonextraños que no tienen dónde irse a morir. Aparte del Moride- ro, la única alternativa sería perecer en la calle. Ahora sólo quedan los acuarios vacíos. Todos menos uno, que trato a toda costa de mantener con algo de vida en el interior. Algunas de las peceras las utilizo para guar- dar los efectos personales que traen los parientes de quienes están hospe- dados en el salón. Para evitar confusiones colocouna cinta adhesiva con el nombre del enfermo, y allí guardo la ropa y las golosinas que de vez en cuando permito que les traigan. Solamente admito que las familias apor- ten dinero, ropa y golosinas. Todo lo demás está prohibido.
Es curioso ver cómo los peces pueden influir en el ánimo de las personas. Por ejemplo cuando me aficioné a las Carpas Doradas, aparte del sosiego que me causaba sucontemplación siempre buscaba algo dorado con que adornar los vestidos que usaba en las noches. Ya fuera una cinta, los guan- tes o las mallas que me ponía en esas oportunidades. Pensaba que llevar puesto algo de ese color podía traerme suerte. Tal vez salvarme de un en- cuentro con la Banda de los Matacabros que rondaba por las zonas centra- les de la ciudad. Muchos no sobrevivían a los ataques deesos malhechores, pero creo que si después de un enfrentamiento alguno salía con vida era peor. En los hospitales donde los internaban los trataban siempre con des- precio. Muchas veces no querían recibirlos por temor a que estuviesen con- tagiados. Desde entonces me nació la compasión de recoger a alguno que otro compañero herido que no tenía dónde recurrir. Tal vez de esa manera se fue...
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