nestle
azote que le da su chico, un joven estudiante como ella. Lo que al principio no es más que una
anécdota se convierte en algo más serio: una temprana búsqueda de nuevas experiencias
eróticas. Tiempo después, ya convertida en una periodista segura de sí misma, Sophie entabla
relación con Tom, unhombre refinado que no dudará en ofrecerle el tipo de relación sexual que
ella anhela y que la llevará hasta los límites insospechados del placer a través de la sumisión.
Sin embargo, será al conocer a James, un corredor de bolsa tierno y divertido del que se
enamora perdidamente, cuando se adentrará, por fin, en las zonas más oscuras del placer.
James la fascina: es la mano que acaricia, somete ytambién azota. ¿Pero hasta dónde se
puede llegar en nombre del placer y del amor? ¿Puede un hombre tan tierno… ser tan
inflexible?.
Sophie Morgan
Diario de una sumisa
ePUB v1.0
13.5.12
Título original: The Diary of a Submissive
2012, Sophie Morgan
Traducción de Matuca Fernández de Villavicencio, 2013
Diseño portada: Gemma Martínez
ePub base v2.1
Prólogo
Puede que hubierassalido a atender una llamada de tu móvil cuando reparaste en nosotros, o que, de
tener ese hábito, hubieras estado apurando un cigarrillo furtivo antes de regresar al calor del bar. Sea
como fuere, hemos atraído tu atención, de pie en un hueco entre los edificios, al otro lado de la calle, no
lejos de donde tú estás.
No me malinterpretes, con eso no estoy insinuando que sea especialmentedeslumbrante, o que lo sea
él. Parecemos una pareja normal y corriente que ha salido a divertirse, ni extravagante en el vestir ni
escandalosa en el hablar, ni siquiera destacable por lo poco que destaca. Pero algo está fraguándose
entre nosotros, una intensidad que te detiene en seco y te empuja a mirar a pesar de que hace un frío que
pela y ya te disponías a entrar para reunirte con tus amigos.Su mano me aprieta el brazo con una vehemencia tan visible incluso desde donde tú estás, que por un
momento te preguntas si me dejará una marca. Me ha empujado contra la pared y con su otra mano me
tiene firmemente agarrada del pelo, de modo que cuando intento desviar la mirada —¿para pedir ayuda?
— no puedo.
No es un hombre especialmente grande o corpulento, de hecho, probablemente lodescribirías como
un tipo anodino en el caso de que te tomaras la molestia de describirlo. Pero algo en él, algo en nosotros,
hace que te preguntes por un momento si va todo bien. No puedo apartar los ojos de él, y la evidente
magnitud de mi sobrecogimiento hace que tú tampoco puedas. Le estás mirando atentamente, tratando de
ver lo que yo veo. Entonces acerca mi cara a la suya con un brusco tirón depelo que te obliga a avanzar
instintivamente unos pasos para intervenir, hasta que esas historias de los diarios sobre buenos
samaritanos que sufren una muerte chunga invaden tu cerebro y te detienen en seco.
Más cerca ahora, te percatas de que está hablándome. No puedes oír las frases en su totalidad —no
estás tan cerca—, pero sí palabras suficientes para formarte una idea. Porque sonpalabras evocadoras.
Palabras despiadadas. Palabras feas que te instan a pensar que si la cosa va a más, tendrás que intervenir
después de todo.
Guarra. Puta.
Observas mi rostro, tan próximo al suyo, y ves la ira brillar en mis ojos. No me ves hablar, porque no
hablo. Estoy mordiéndome el labio, como si estuviera reprimiendo el impulso de replicarle, pero
permanezco callada. Su mano se enreda unpoco más en mis cabellos y se me escapa una mueca de dolor,
pero aparte de eso me mantengo inmóvil, no exactamente pasiva —puedes percibir mi pugna por no
moverme como si fuera tangible—, pero sí contenida, capeando el ataque verbal.
De pronto, silencio. Está esperando una respuesta. Te acercas un poco más. Si alguien te lo
preguntara, dirías que lo hiciste para comprobar si yo estaba bien,...
Regístrate para leer el documento completo.