Nietzsche y La Arquitectura

Páginas: 40 (9995 palabras) Publicado: 14 de septiembre de 2011
Nietzsche y la Arquitectura.

a) Introducción: sentido de la palabra ‘ estética’[1] en Nietzsche.

Nietzsche: he aquí un nombre que por sí solo evoca todas las contradicciones del mundo moderno: sus éxtasis líricos, sus despeñaderos políticos, sus altiplanos metafísicos, la grandeza y la decadencia del espíritu europeo. Ante este nombre unos se indignan, otros se inclinan, peroninguno es indiferente a su poder evocador. Su voz es la de un profeta en el desierto, pero esto no implica que no haya sido oído: también existen habitantes en el desierto (léase en las ciudades): Y no es esto, algo que Nietzsche viera con mucho agrado. Él, como los profetas del Antiguo Testamento[2], cargó con la pesada tarea de recitar su evangelio ante los oídos más sordos de la época, engañado porsu esperanza en el poder de la retórica[3]. Al final, Zaratustra-Nietzsche huía de sus ‘discípulos’ comprendiendo que había sido siempre un incomprendido.

Cientos de hombres, desde púberes adolescentes fascinados por el tono apocalíptico y anárquico de su escritura hasta viejos eruditos con más de 30 libros de existencia han acudido a Nietzsche, a extrañarse o asombrarse de su escritura, asentir el vértigo de la grandeza y el terror que suscita una mirada demasiado profunda. Nietzsche aterra porque su pluma es demasiado vigorosa, sus gritos –siempre bien articulados y enfáticos- nos vuelven prófugos de nuestra propia vida. Nietzsche acierta en el alma de los lectores, algo que bien visto es poco sutil para un moderno y poco elegante para un posmoderno, no menos amante de las formasque aquél otro, al fin hermano de sangre.

En efecto: Nietzsche vio en Gentleman[4] de su época un ejemplar típico del último hombre[5]: aquél que tras un largo proceso histórico que culmina precisamente en su generación, se encuentra con que los ideales de sus padres y sus abuelos están definitivamente agotados; el mundo le aparece yermo de coherencia; la más bella esperanza es tan cómicacomo un gallo desplumado que gorjea perplejo en medio de un torbellino de luces y sombras. La vida es un guiñol en que se ven las manos inhábiles del director de escena, desgañitándose y chirriando los dientes al mirar el ánimo impaciente de los espectadores.

Este es el mundo del último hombre: el de una civilización agotada que amenaza con volver a procrear salvajes como los primeroshombres que habitaron la tierra, sólo que esta vez, más astutos, más ladinos, más empeñados en ejercer la fuerza (física o psicológica) que subyuga los ánimos, el fácil imperio de una voluntad -acaso más poderosa pero no más legítima- sobre el común de los mortales: leves de espíritu, como marionetas postradas.

Freud -ávido lector de Nietzsche- atribuyó este desquiciamiento de los ánimos al“impulso de muerte”: todos seríamos suicidas compulsivos, buscadores insatisfechos, Edipos perseguidos por nuestro pasado biológico. Nietzsche, por su parte, prefiere otra perspectiva, menos mitológica[6], pero también más compleja, más cercana a lo que hoy denominaríamos experiencia histórica: el reconocimiento de que vivimos aquí y ahora, carentes del pulso y el ímpetu necesario para crear; decadentescomo el magno conjunto que nos rodea.

Todo comienza, a lo que parece, con un acto simple: la mirada. Ante ella se abren las posibilidades casi infinitas de la prosa del mundo que, de cuando en cuando se torna poética. Todo: la vida individual, la vida social, la vida histórica... está compendiado en la mirada.

¿Qué es la mirada? Por lo pronto, una forma de estar presente en el mundoy de reaccionar ante su interior abierto, expuesto como las entrañas de un ajusticiado. Las almas son como hombrecillos husmeantes y curiosos que llegan al mundo con la intención de formarse una opinión de sus habitantes, entrando por la puerta trasera de todas las casas, oyendo las discusiones familiares y presintiendo las pasiones secretas de cada uno de sus miembros con la intención de...
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