Ninguno
Mi prevención inicial ante un rótulo como el de "Problemas éticos y morales
de la ciencia", bajo el que se me ha invitado a participar en este ciclo de conferencias,
estriba precisamente en la aparente asepsia del título. En su engañosa
obviedad se oculta, efectivamente, el núcleo central de los prejuicios habituales
sobre elasunto, a saber: por un lado, la ciencia y la técnica y, por otro, los individuos
y la sociedad; por un lado, los hechos puros y duros y, por otro, los haceres,
el mundo de las decisiones, los valores y las normas sociales. Y, en medio,
el discurso ético, intentando conjugar ambos polos, y viniendo así a reforzar la
escisión en la misma medida en que se esfuerza por resolver el problema, porarticular la relación entre lo moral y lo científico.
CIENCIA Y ÉTICA: UN FALSO DILEMA
Si toda práctica y todo saber expertos manifiestan -y disimulan, so pretexto
de la complejidad de su objetouna
clara voluntad de poder y de exclusión (de los no expertos, de los
legos), en cuestiones de ética esa supuesta 'expertez' es doblemente engañosa,
pues a su empeño monopolizador de una virtud común dondelas haya (la de
decidir sobre lo bueno y lo valioso) añade un pomposo vacío de contenidos específicos.
La credulidad que alimenta el reparto de disciplinas y prestigios acadé-
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..t ---- SEMINARIO «ÜROTAVA» DE HISTORIA DE LA CIENCIA - A -O V
micos concede al especialista en ética el derecho a hablar autorizadamente de
cualquier cosa, y parece que en especial de lo que no sabe, o de lo quesabe tanto
como mi vecina, si bien ésta tiene a su favor el conservar buena parte del sentido
común que al profesor de ética suele escurrírsele entre tanta vaciedad y engolamiento.
(Y ruego me diculpen los profesores de ética: yo también lo he sido).
En cuestiones de ética y moral -y ya no específicamente referidas a la ciencia-
no concedo a nadie la menor autoridad; o más precisamente, noconcedo a
nadie más autoridad que a cualquier otro. Lo cual me desautoriza a mí mismo
aquí y ahora. Si, pese a ello, no dejo ya mismo este micrófono, no será para
moralizar sino para desmoralizar, para intentar pensar lo que la costumbre suele
dejar impensado: las creencias, prejuicios e intereses que suelen ocultarse bajo
los discursos éticos sobre la ciencia, y los que se ocultan aún más ymejor -bajo
los discursos más pretendidamente amorales, como los discursos de los técnicos,
los científicos o los de los epistemólogos, esos nuevos sacerdotes.
El auténtico problema, como suele ocurrir, viene de lejos, de aquella emergente
fe en la Razón que impulsó a los sacerdotes ilustrados de aquella nueva
diosa a purificar su culto de cualquier adherencia residual procedente de los cultosanteriores, en particular de los cultos cristianos. El celo demarcador -y su
herencia popperiana- de Kant sentó los cimientos de la nueva teología y dibujó
en la "Crítica de la razón pura" los perfiles de los nuevos ídolos cuya pureza
debía en adelante vigilarse y custodiarse. De un lado, la ciencia, la razón inmaculada;
y del otro, los residuos contaminantes: las razones espurias(sinrazones
o pseudorazones), quimeras, supersticiones e ilusiones metafísicas. De un lado,
lo inevitable, los hechos y el progreso en su descubrimiento -"¿qué puedo conocer?"-
y del otro, la libertad y los valores -"¿qué debo hacer?"-. Poder versus
deber, conocer versus hacer. Falsos dilemas. Sólo asumiendo la matriz epistémica
que de ellos se sigue tiene sentido ponerse a hablar de algo como los"problemas
éticos de la ciencia". Pero no hay por qué asumirla.
De poco parece valer que, desde hace al menos una veintena de años, los
estudios antropológicos, retóricos, semióticos o sociológicos de la ciencia y de
la técnica hayan ido erosionando esas nítidas demarcaciones con tanto escrúpulo
cinceladas, que hayan ido mostrando cómo las impurezas -deseos, intereses,
prejuicios...- que se...
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