Ninguno
La esposa de este hombre había ya partido hacia mejores renacimientos tras una larga vida de servicio y virtud. Padre e hijo vivían libres deexcesivas necesidades y deseos en una de varias casas de piedra cercanas a un río al borde de una gran planicie.
Un buen día, su caballo desapareció. Los vecinos lamentaron la pérdida del único valormaterial del hombre, pero para sorpresa de todos, el estoico viejo tan sólo continuó girando su molino de plegarias y recitando el sagrado “Om Mani Padme Hung”, el mantra nacional del Tibet. A quienfuera que preguntara o expresara sus condolencias en torno a la pérdida del bello caballo, simplemente le respondía: “den gracias por todo, ¿Quién puede decir lo que es bueno o malo? Veremos…”
Despuésde algunos días, la espléndida criatura regresó, acompañada por un par de mustangs salvajes, los cuales tanto el viejo como su hijo, prontamente domaron. Todos cantaban canciones de celebración ycongratulaban al viejo por su inesperada buen fortuna. El hombre simplemente sonreía sobre su molino de plegarias y decía : “me encuentro agradecido… pero ¿quien sabe?, ya veremos...”
Más tarde,mientras su hijo montaba a uno de los mustangs, fue arrojado al suelo rompiéndose una pierna. Algunos de los vecinos lo cargaron a casa maldiciendo al caballo salvaje y lamentándose en torno a la malafortuna del chico. No obstante, su padre, sentado al pie de la cama de su amado hijo, simplemente continuó girando su molino de plegarias, mientras susurraba la plegaria del gran compasivo. En ningún...
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