Niño

La dulce Anais y el hijo de la Dama del Lago
El rey Godofredo se encontraba de cacería cuando de pronto algo llamó fuertemente su atención. Era un enorme cerdo salvaje. Su singular tamaño y fealdaddespertaron su curiosidad y decidió seguirlo. Súbitamente el animal volvió los ojos hacia el rey. Su mirada expresaba casi un odio humano. El rey se estremeció.
Dispuesto a dar muerte a tan horrendacriatura, el rey no se percató de que cada vez se adentraba más y más en el bosque, alejándose peligrosamente de su séquito.
Llegaron a un lúgubre pantano y el cerdo sorpresivamente paró en seco y lehabló.
-No me mates. Sé que eres rey.
El rey sintió un frio recorrer su espalda, pero se comportó dignamentey preguntó con voz firme:
-¿Y quién eres tú?
-Soy una pobre maga a quien injustamenteobligaron a habitar este horrendo animal. Si tú me ayudas a recuperar mi cuerpo, te daré un poder inimaginable. ¡Tu reino crecerá y se hará invencible!
El rey dudó. ¿Cómo saber si el castigo erarealmente injusto? Sin embargo, la ambición terminó disipando la duda. ¡Total! ¿Por qué dudar de la palabra de alguien? Seguramente todo era como la criatura lo decía.
-Fíngete muerta y te llevaré alpalacio-le dijo.
El rey se incorporó a su séquito que ya empezaba a inquietarse. Sobre las ancas de su caballo llevaba un gran bulto cubierto por su capa.
-¿Dónde estabas?- le pregunto su primo-Pensamosque te habías perdido. Me alejé de ustedes persiguiendo ¡esto!-dijo y descubrió bruscamente al cerdo. Los caballos relincharon aterrorizados, mientras un “¡Oh!” de horror y admiración salía de lagarganta de todos.
-¡Jamás me comeré eso!-dijo un joven escudero
-No es para comer. Quiero que lo pongan en una celda del palacio y luego veré lo que hago con él. Una vez en el palacio, el reydescendió hacia las celdas y se encerró con el misterioso ser.
-Dime tu precio
-¿Tienes diez prisioneros?
-¿Sí?-titubeo el rey

-¡Mátalos! Y báñame con la sangre de ellos.
-Pero… muchos solo han...