No me especializo en nada

Dalmus se hallaba en las nevadas colinas de la fría región de Dun Morogh. La sucursal de Asbjôrnheim ha aumentado su clientela durante los últimos días. Sin embargo, eso no era lo único que quería el enano. Claramente, tenía muchos más proyectos en mente. Por ende a ello, se estaba preparando para comenzar a mover sus pequeños y gruesos pies finalmente en la fría nieve, camino a la Cantera deGol’Bolar. Donde vería ahí a sus camaradas, e amigos de los años pasados, cuando él iba a minar acompañado de los estoicos montaraces del campamento, y de su familia.

El enano permanecía trabajando en la herrería. El martillo se movía con ritmo y perfección. Los demás enanos se mantenían distanciados de él, concentrados en sus actividades laborales en relación a sus puestos de trabajo. Llegó unmomento en que el cálido lugar finalmente dejó de producir el eco del martillo golpeando el metal del arma, provocando que muchos ojos curiosos se dirigieran ante Dalmus. Este, terminó su trabajo, y colgó su nueva creación en un espacio vacío de la pared de la herrería. Una sonrisa orgullosa, y una posición de confianza ante el destino, es lo que más se le destacaba en ese momento. Pero rompió suposición después de varios minutos contemplando sus maravillosas creaciones, con el fin de salir fuera del establecimiento. Equipó su capa de cuero, camisa, armadura, y sobre todo, su inseparable Roberta.

Dalmus: ¡Derkon! ¡Atiende la clientela mientras no estoy, por favor! *Dice alzando la voz para que el enano le escuche*

Al salir, la barba del enano fue sacudida por la tempestad congeladaque el viento ofrecía al poblado. Pero el enano solo se inmutó al sentir el repentino cambio climático en sus arrugadas mejillas, al mirar hacia el oeste. Lugar cuyo objetivo, esperaba su llegada. Pues los enanos de la Cantera de Gol’Bolar, hace varios años que no ven a este inolvidable compañero, que siempre ha estado ahí para ellos con el fin de darles alegría en sus días más grises ysolitarios.

Dalmus puso rumbo hacia la Cantera. Sus pasos eran raudos, y dejaban huellas grises debido a la mugre de sus grebas. El fuerte viento solo conseguía mover la gran barba del enano. En cada paso su armadura soltaba un sonido metálico, y a la vez rítmico. Pero Dalmus solo marcaba en su rostro la leve sonrisa que queda siempre grabada en cada persona que él conoce. Pues es muy habitual susonrisa. Y esta no dejaba de deslumbrar ante el camino que solo parecía ser una desolación de escarcha. Pero todo esto, solo acortó el tiempo. El enano finalmente llegó a su destino. Al ver a todos sus camaradas a lo lejos, a simple vista, miles de nostálgicos recuerdos que vagaban por su mente rodearon el cerebro y entraron al mismo tiempo en un instantáneo segundo. Otorgándole al enano recuerdos denostalgia y alegría, con su hermano, y su difunto padre. Sin dejarlo de lado caminó hasta el supervisor del campamento, mientras que los demás mineros y montaraces le miraban sin reconocerle.

Dalmus: ¡Aaaaah! ¡Petrocejas, Viejo amigo! Que alegría volver a verte.
El supervisor fijó su vista en el visitante. Seguido de esto bajó su pico de minero y enarcó una ceja. Se podía deducir a simple vista,que no conocía al enano que le saludó cálidamente. Sin embargo, lo recibió sereno.

Petrocejas: Saludos amigo ¿En qué te puedo ayudar?

Dalmus: Hm. Veo que no me recuerdas. Dalmus Greyforge

En ese momento el supervisor alzó ambas cejas. Recordando miles de recuerdos en su mente. Sus ojos entraron en una mirada perdida por una fracción de segundo. Le tomó un pequeño momento recordar conperfección al joven enano. Y acto seguido comenzó a reír de felicidad, abrazando al individuo que se presentó.

Petrocejas: ¡Por las barbas de Muradín! ¡Dalmus Greyforge! Cuanto tiempo ha pasado desde que te vi. Han sido muchos años, viejo amigo. ¿Cómo va todo? *Sonríe*

Dalmus: Todo está perfectamente bien, Petrocejas. Me alegra que aún te mantengas firme en la Cantera. Por lo que veo, este...