No me intereza.
Su expresión se notó como toda una carga derepresiones y acciones de las que se arrepentía en aquel instante cuando la brisa nocturna bogotana le dio a entender que no existían esperanzas; fue entonces cuándo pensó que no era lo suficientementebueno como para caer por aquel barranco, pero igual caminó y llegó hasta el letrero sin ganas de vivir lo que sería una existencia vacía.
Se dice que aquel que desea dar fin a su vida primero tiene queperder el miedo mortal de morir, y este no es la excepción, el quería refutar cada frágil aliento de incertidumbre pues la decisión era concreta y clara: Hoy no existía más en este mundo. Quizá eraalgo macabro para él poder estar en esos momentos pensando en darle un amargo fin a todas sus cuestiones.
Ante él se presentó un ente mucho más sarcástico en su forma de pensar, eso creyó; venía desdela esquina anterior a la calle que cruzaba pero no fue difícil sentir el escalofrío ante esta presencia tan oscura. Pensó que las cosas eran algo confusas, miró hacia atrás y se encontró con queaquel ente maligno que presintió no estaba presente ante su vista. Volvió a su plan.
Después de casi media hora de meditación profunda acerca de cómo podría surgir la valentía para cumplir su objetivo,se le ocurrió mirar hacia el cielo nocturno. Era como ver una luna menguante llena de misterio ante el resto del vacío y profundo cielo que proyectaba unas dos o tres estrellas a su alrededor, dándolea entender que Dios y el cielo no serían la carga para ir hacia atrás y volver a casa; sin embargo fue tanta la admiración que le causó ese cielo tan cautivante, que siguió presenciando cómo podríallegar hasta aquella utopía.
De repente sintió ese mismo ente maligno ante su corazón y de un momento a otro él hombre opaco y desmotivado creyó levitar. Era una fuerza que no podía describir, pues...
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