T que vasall arriba, Ignacio, dime si no oyes alguna seal de algo o si ves alguna luz en alguna parte.No se ve nada.Ya debemos estar cerca.S, pero no se oye nada.Mira bien.No se ve nada.Pobre de ti, Ignacio.La sombra larga y negra de los hombres sigui movindose de arriba abajo, trepndose a las piedras, disminuyendo y creciendo segn avanzaba por la orilla del arroyo. Era una sola sombra,tambaleante.La luna vena saliendo de la tierra, como una llamarada redonda.Ya debemos estar llegando a ese pueblo, Ignacio. T que llevas las orejas de fuera, fjate a ver si no oyes ladrar los perros. Acurdate que nos dijeron que Tonaya estaba detrasito del monte. Y desde qu horas que hemos dejado el monte. Acurdate, Ignacio.S, pero no veo rastro de nada.Me estoy cansando.Bjame.El viejo se fue reculandohasta encontrarse con el paredn y se recarg all, sin soltar la carga de sus hombros. Aunque se le doblaban las piernas, no quera sentarse, porque despus no hubiera podido levantar el cuerpo de su hijo, al que all atrs, horas antes, le haban ayudado a echrselo a la espalda. Y as lo haba trado desde entonces.Cmo te sientesMal.Hablaba poco. Cada vez menos. En ratos pareca dormir. En ratos pareca tenerfro. Temblaba. Saba cundo le agarraba a su hijo el temblor por las sacudidas que le daba, y porque los pies se le encajaban en los ijares como espuelas. Luego las manos del hijo, que traa trabadas en su pescuezo, le zarandeaban la cabeza como si fuera una sonaja. l apretaba los dientes para no morderse la lengua y cuando acababa aquello le preguntabaTe duele muchoAlgo contestaba l.Primero le habadicho Apame aqu... Djame aqu... Vete t solo. Yo te alcanzar maana o en cuanto me reponga un poco. Se lo haba dicho como cincuenta veces. Ahora ni siquiera eso deca. All estaba la luna. Enfrente de ellos. Una luna grande y colorada que les llenaba de luz los ojos y que estiraba y oscureca ms su sombra sobre la tierra.No veo ya por dnde voy deca l.Pero nadie le contestaba.E1 otro iba all arriba, todoiluminado por la luna, con su cara descolorida, sin sangre, reflejando una luz opaca. Y l ac abajo.Me oste, Ignacio Te digo que no veo bien.Y el otro se quedaba callado.Sigui caminando, a tropezones. Encoga el cuerpo y luego se enderezaba para volver a tropezar de nuevo.Este no es ningn camino. Nos dijeron que detrs del cerro estaba Tonaya. Ya hemos pasado el cerro. Y Tonaya no se ve, ni se oyeningn ruido que nos diga que est cerca. Por qu no quieres decirme qu ves, t que vas all arriba, IgnacioBjame, padre.Te sientes malSTe llevar a Tonaya a como d lugar. All encontrar quien te cuide. Dicen que all hay un doctor. Yo te llevar con l. Te he trado cargando desde hace horas y no te dejar tirado aqu para que acaben contigo quienes sean.Se tambale un poco. Dio dos o tres pasos de lado y volvia enderezarse.Te llevar a Tonaya.Bjame.Su voz se hizo quedita, apenas murmuradaQuiero acostarme un rato.Durmete all arriba. Al cabo te llevo bien agarrado.La luna iba subiendo, casi azul, sobre un cielo claro. La cara del viejo, mojada en sudor, se llen de luz. Escondi los ojos para no mirar de frente, ya que no poda agachar la cabeza agarrotada entre las manos de su hijo.Todo esto que hago, nolo hago por usted. Lo hago por su difunta madre. Porque usted fue su hijo. Por eso lo hago. Ella me reconvendra si yo lo hubiera dejado tirado all, donde lo encontr, y no lo hubiera recogido para llevarlo a que lo curen, como estoy hacindolo. Es ella la que me da nimos, no usted. Comenzando porque a usted no le debo ms que puras dificultades, puras mortificaciones, puras vergenzas.Sudaba al hablar.Pero el viento de la noche le secaba el sudor. Y sobre el sudor seco, volva a sudar.Me derrengar, pero llegar con usted a Tonaya, para que le alivien esas heridas que le han hecho. Y estoy seguro de que, en cuanto se sienta usted bien, volver a sus malos pasos. Eso ya no me importa. Con tal que se vaya lejos, donde yo no vuelva a saber de usted. Con tal de eso... Porque para m usted ya no es mi...
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