no se sabe
La conquista del Perú
Novela histórica original (1852)
Pablo Alonso de Avecilla
(1810-1860)
Introducción
Al tender en el siglo XVI una mirada filosófico por todos loscontinentes europeos, por todo el antiguo mundo, el alma del hombresensible se reconcentra melancólicamente, y su corazón late agitado. Noera sólo en España donde se sintiera con horror, entre el crujido de lasarmassarracenas, el duro yugo del feudalismo, y después la tiranía de losreyes; no sólo las comarcas españolas se estremecieran al contemplar lasespantosas escenas con que el negro fanatismo ensangrentara la pura ydulce religión de Jesús; el antiguo mundo envuelto en densas tinieblas deignorancia, presentaba por do quiera el más desconsolador espectáculo; ygraduar la conducta de los hombres públicos de aquellatriste época, porla moralidad y filosofía de nuestro siglo, sería incurrir en gravísimos
errores. El héroe más eminente del siglo XVI, sería el que más en heroicogrado poseyera el fanatismo religioso de su época, junto con el ferozarrojo personal en los combates.
En tan negros momentos fue cuando la audacia de los europeos loscondujo hasta los continentes del Nuevo Mundo. Aquellas remotasplayas,llenas de candidez y de inocencia, formaban la antítesis más espantosa conel ennegrecido corazón de sus descubridores. Pero no; lejos de nosotros laidea de copiar las nefandas escenas que el sensible filósofo Raynal hadescrito en su historia, de los establecimientos europeos en las dosIndias; lejos de nosotros seguir las huellas de Robertson en su historiade América, lejos de querer al fin,con fantasía ardiente, recargar elhorror de lamentables épocas. Si el deber, empero, de historiadoresnovelistas nos hiciese tocar los hechos, será con la ligereza posible, ysin recargar sus negras tintas.
Todas las naciones de Europa fijaron establecimientos de mas o menosimportancia en el Nuevo Mundo, y todos los europeos ensangrentaron suscomarcas; pero solo los españoles dominaron en él vastosimperios einmensos continentes, y las arenas de las nuevas playas, bastaran apenas anumerar los hechos de valor y las hazañas de los héroes castellanos.Familiarizados con la guerra, en ochocientos años de combates con lossarracenos; avezados a la persecución y exterminio de los idólatras deMahoma, preciso fuera que desplegaran en las nuevas regiones, con losadoradores de otros ídolos, aquel mismocarácter de terror y de crudezaque les era ya propio y natural con el trascurso de tantos siglos. Losilustres caballeros en que pudieran brillar las [6] cortas virtudes deaquella época, avezados aun a las brillantes cruzadas, abandonaban lospeligros de las ondas a codiciosos aventureros, que ansiaban más el oro ylas riquezas, que los antiguos laureles de los campos de Palestina.
Los españoles,sí, con los instintos feroces de aquellos siglosensangrentarían con horror los nuevos continentes; pero sus crímenesserían siempre crímenes del siglo XVI, crímenes comunes a todos loseuropeos que invadían el Nuevo Mundo, crímenes propios del fanatismo deaquellos tiempos de ignorancia y de error; crímenes al fin de aventureros,que como todos los aventureros de Europa, volaban a la muerte, o asaciarsu ambición en los tesoros de la virginal América; pero si las primeraspáginas de la historia del Nuevo Mundo pudieran sernos enojosas, a lasespañolas debieron al fin aquellas regiones el amor a la libertad, y lapureza del cristianismo que los han conducido a la civilización eindependencia: y hoy podemos satisfechos decir a la Europa entera, nosllaman nuestros hermanos.
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- I -
Los ReyesCatólicos
Mal pudiéramos conducir a nuestros lectores a la perfectainteligencia de los manuscritos y textos peruanos que nos han servido deguía en esta obra, si ligeramente no describiésemos en breves pinceladas
el estado político del antiguo mundo en el siglo dieciséis, y noprofundizásemos en algo la corte de los reyes católicos y su situacióninterior y exterior.
España, este suelo...
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