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Érase una vez un chico llamado Juan que vivía intranquilo, alborotado e hiperactivo. Todos los días, al salir de la escuela, él se quedaba con sus amigos en la plaza que quedaba tan sólo a 2 cuadras, jugando allí durante media hora. Luego de esto, volvía a su casa que quedaba a no más de 4 cuadras de esta enorme plaza. Su mamá, que no tenía tiempo suficiente para irlo a retirar a la escuela o ala plaza, no tenía problema en que haga estas cosas ya que él siempre se encontraba acompañado por algún que otro amigo, con su padre o madre. Juan amaba ir a esta plaza, disfrutaba tanto jugar en las hamacas, en los toboganes, corriendo a sus amigos, jugando a la mancha, entre otros juegos que se les solían ocurrir.
Un día, hubo una lluvia torrencial, muy fuerte y con muchísimos rayos yrelámpagos. Tanto así, que las aulas se llegaban a iluminar constantemente por la fuerte luz de los rayos.
Muy pocos de sus compañeros habían venido a clase, y los que lo habían hecho vivían muy lejos de su casa, y por lo tanto, de la plaza. Esto puso muy triste a Juan, ya que lo hizo pensar que no iba a poder ir hasta la plaza a jugar hoy. El horario de la escuela terminó, Juan se retiró y, como era decostumbre, su mamá no lo había venido a buscar, por lo cual comenzó a realizar la caminata hasta su casa. Aunque no iba a poder quedarse a jugar, el debía pasar por la plaza, era el camino más rápido que podía tomar para llegar a su casa. Unas cuadras después, mientras iba por una de las veredas frente a la plaza, vió los toboganes. Tan mojados, tan resbaladizos, que en lo único que lo hacía pensarera en deslizarse por ellos por lo menos una vez. Juan, sin pensarlo dos veces como era común que lo haga, fue hasta donde estaban los toboganes y se tiró desde ellos varias veces. Éstos estaban tan mojados que era más divertido deslizarse y llegar hasta el suelo con más velocidad de la que él nunca había podido llegar. A punto de tirarse por cuarta vez, el notó algo extraño. Más allá, del ladoizquierdo de la plaza, en el lugar de las mojadas y pequeñas mesas, se encontraba un hombre al cual se lo veía muy triste. El señor lloraba muy despacio mientras trataba de acomodarse sobre uno de los bancos de las mesas. Juan, bajando de los toboganes y con un espíritu muy curioso, decidió acercarse y preguntarle al hombre si estaba bien. Éste, al voltear mostró a Juan una cara muy rara, con variasalteraciones que él nunca había visto en nadie en su vida. Juan se asustó, pero al mismo tiempo la cara de aquel hombre, tan rara y triste para él, produjo que su curiosidad aumente. Con lo cual, repitió:
-Señor, ¿está bien?
El hombre, un poco sorprendido por ver que un día como este había alguien en la plaza, respondió:
- Ehm... si... sólo un poco triste.
- ¿Y por qué? –preguntó Juan.
-Nada importante, sólo esta cara que no da buenas impresiones. La odio, nadie me acepta, nadie me quiere.
- ¿Y por qué? – Preguntó nuevamente Juan.
- Porque la gente sólo ve lo de afuera, nadie presta atención a como alguien es por adentro.
- ¿Y por qué? - Replicó
- Niño, no tengo muchas ganas de hablar hoy, mejor hablamos otro día ¿sí?
- ¿Y por qué?
- No estoy de ánimo.
- Bueno... me tengo queir yendo a mi casa señor. Chau.
- Adiós.
Juan, salió por la esquina derecha de la plaza, para cruzar por la calle que lo llevaba hasta su destino, cuando de repente se resbaló y cayó de espaldas al piso. El hombre, aún sentado en una de las mesas, escuchó el grito de Juan y se levantó a buscarlo. Sin embargo, mientras él hacia esto ya era muy tarde, Juan ya se había levantado. Luego, Juan cruzóla calle y se encontró nuevamente con un resbalón. El señor, ahora no tan lejos de Juan como antes, se acercó a toda velocidad para lograr que Juan no sea aplastado por un auto que se acercaba a su izquierda. Él, con toda la velocidad a la que pudo correr, alcanzó a Juan, lo levantó en brazos, y así logro evitar lo que pudiera haber sido, un horrible accidente.
Juan abrió los ojos. No podía...