No Se

Páginas: 22 (5314 palabras) Publicado: 31 de octubre de 2012
Para Noemí, mi mar de Barcelona

Esta novela obtuvo el Premio Planeta 2012,
concedido por el siguiente jurado: Alberto Blecua,
Ángeles Caso, Juan Eslava Galán, Pere Gimferrer,
Carmen Posadas, Rosa Regàs y Emili Rosales.

ADVERTENCIA USUAL

Como de costumbre, los lugares que aparecen en este libro
están inspirados, siempre con cierta libertad, en lugares
reales. Algún personaje, yalguno de los hechos narrados,
se inspiran también en sucesos reales, pero con idéntica
libertad en su recreación. El relato que sigue ha de consi­
derarse, por tanto, fruto de la invención del novelista y no
debe inducir a atribuir conductas, acciones o palabras
concretas a ninguna persona existente o que haya existido
en la realidad.

Del noveno grado del signo de Tauro es la pie­
dra a quedicen zumberie, y en latín esmeri. Su
propiedad es comer todos los cuerpos de las
otras piedras. Y los maestros adoban las que
son preciosas con esta piedra, molida sobre ta­
bla de cobre, o de plomo, o de algunos fustes
señalados que son para esta maestría; y tajan
de ellas lo que quieren, o las horadan, ca no ha
piedra que le pueda defender sino el diamante
solo.
Alfonso X, LapidarioCAPÍTULO 1

UN AFÁN PARTICULAR

No era el momento ni el lugar, pero vio la ocasión y eso es
algo que una mujer no desaprovecha nunca. Tan pronto
como el guardia Arnau enfiló hacia los aseos de la gasoli­
nera, la sargento Chamorro se dio la vuelta y, mirándome
como si quisiera fulminarme, me espetó:
—Tú te estás guardando algo.
Cuando una mujer le arroja esa sospecha a un hom­
bre, setrata de algo más que él y ella (Chamorro y yo, en
este caso) retándose a cuenta de algo que el varón debería
haber revelado y ha preferido ocultar. Es la oscura ciencia
acumulada por millones de mujeres desde el principio de
los tiempos, frente a la culpa no menos sombría alimenta­
da por millones de hombres desde más allá de lo que se
guarda memoria. Porque un hombre siempre oculta algo,siempre lleva a cuestas algo que preferiría no haber hecho
o dicho o sido, y una mujer siempre tiene un sexto senti­
do que le permite olérselo, y el descaro o la temeridad o
lo que quiera que haga falta para exigirle que lo confiese.
Porque los actos de los hombres son a veces como la espu­
ma, que sube y baja con la misma facilidad, y sin demasia­

do motivo, mientras que los actos de lasmujeres, que no
por eso son menos perniciosos cuando toca, tienen que
ver con algo que llevan agarrado al vientre y de lo que no
abdican jamás, así las fusilen o las quemen en la hoguera.
Eso les permite pedir cuentas con la fiereza con que nos
las piden, y eso, que no entendemos y en el fondo le re­
pugna a nuestra razón práctica, nos impide a los hombres
aceptar el deber de rendírselas.No pretendo que nada de
lo dicho tenga la menor validez científica. Estoy dispuesto
a retirarlo todo, a desecharlo como una de esas generali­
zaciones necias con las que tratamos de reducir, sin éxito,
nuestra perplejidad ante nuestro propio comportamiento
y el de nuestros semejantes. Pero a mí me ayuda a com­
prender por qué, aunque sabía que ella sabía y que aque­
llo no iba a mejorar lascosas, decidí escurrir el bulto y res­
ponderle:
—Perdona, no sé de qué me estás hablando.
Chamorro, frente a otras con las que había tenido que
relacionarme, era una mujer templada y serena. No había
alzado la voz antes, ni la elevó lo más mínimo para hacer­
me notar su decepción:
—Rubén, no me chupo el dedo. Y te conozco como si
te hubiera parido. Hay algo que no me has contado y quesabes que deberías contarme. Puedes ocultárselo a él,
pero a mí no. No te lo consiento.
Andábamos juntos desde hacía casi quince años. La
apreciaba, como persona y como profesional. Y, además,
iba a necesitarla en los días venideros. Tenía, pues, unas
cuantas razones para dar mi brazo a torcer. Pero no lo
hice. En vez de eso, y abandonando la estrategia inútil de
hacerme el idiota, sostuve...
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