Normas de auditoria

EL ALQUIMISTA

El muchacho se llamaba Santiago. Comenzaba a oscurecer cuando llego con su rebaño frente a una vieja iglesia abandonada. Decidió pasar la noche allí. Hizo que todas las ovejas entrasen por la puerta en ruinas.

Cubrió el suelo con su chaqueta y se acostó, usando como almohada el libro que acababa de leer. Aun estaba oscuro cuando despertó. “Quería dormir un poco más”,pensó. Había tenido el mismo sueño que la semana pasada y otra vez se había despertado antes del final. Se levanto y tomó un trago de vino. Se había dado cuenta de que, en cuanto él se despertaba, la mayor parte de los animales también lo hacían.

Siempre había creído que las ovejas eran capaces de entender lo que él les hablaba. En los últimos días, no obstante, su tema había sidoprácticamente uno solo: la niña, hija del comerciante. El comerciante era dueño de una tienda de tejidos, y el pastor había llevado sus ovejas allí.

“Necesito vender lana”, le dijo al comerciante. La tienda del hombre estaba llena, él se sentó en la acera frente a la tienda y sacó un libro de su alforja.

-No sabía que los pastores fueran capaces de leer libros- dijo una voz femenina a su lado.Era una joven típica de la región de Andalucía.

-Es porque las ovejas enseñan más que los libros- respondió el muchacho.

Ella le contó que era hija del comerciante y habló de la vida en la aldea.

-¿Cómo aprendiste a leer?- le preguntó la moza.

-Como todo el mundo- respondió el chico- En la escuela.

-¿Y si sabes leer, por qué eres sólo un pastor?

Elmuchacho le dio una disculpa cualquiera para no responder a aquella pregunta. Siguió contando sus historias de viaje, se dio cuenta que estaba sintiendo las ganas de quedarse a vivir en una ciudad para siempre. Pero el comerciante finalmente llegó, le pagó lo estipulado y le pidió que volviera al año siguiente.

Ahora faltaban apenas cuatro días para llegar nuevamente a la misma aldea: tal vez lachica ya lo hubiera olvidado.

-No importa- dijo el muchacho a sus ovejas –Yo también conozco a otras chicas en otras ciudades.

Pero en el fondo de su corazón él sabía que si importaba.

El día comenzó a abrirse y el pastor colocó a las ovejas en dirección al sol. Mientras el muchacho conociese los mejores pastos de Andalucía ellas serían siempre sus amigas. A cambio, ellasofrecían generosamente su lana, su compañía y –de vez en cuando- su carne.

“Si hoy me volviera monstruo y decidiese matarlas, ellas se darían cuenta cuando casi todo el rebaño hubiese sido exterminado. Porque confían en mí y se olvidaron de confiar en su propio instinto”. El muchacho comenzó a extrañarse de sus propios pensamientos.

“Tenemos que estar siempre preparados para las sorpresasdel tiempo”. La chaqueta tenía una finalidad y el muchacho también.

Sus padres querían que el fuese cura. Estudió latín, español y teología. Pero desde niño soñaba con conocer el mundo. Cierta tarde, había tomado coraje y había dicho a su padre que no quería ser cura. Quería viajar.

-Hombre de todo el mundo ya pasaron por esta aldea, hijo- dijo el padre –Estos hombres, cuando conocenel campo y a nuestras mujeres, dicen que les gustaría vivir siempre aquí.

-Quiero conocer a las mujeres y las tierras de donde ellos vinieron- dijo el chico.

-Entre nosotros, sólo los pastores viajan- dijo el padre.

-Entonces seré pastor.

El padre, al día siguiente, le dio una bolsa con tres antiguas monedas españolas de oro. –Compra tu rebaño y recorre el mundo hastaaprender que nuestro castillo es el más importante, y lo bendijo. En los ojos del padre él leyó el deseo de recorrer el mundo.

El horizonte se tiño de rojo y después apareció el sol. El muchacho recordó la conversación con el padre y se sintió alegre. Lo más importante era que cada día realizaba el gran sueño de su vida: viajar.

“No entiendo cómo buscan a Dios en un seminario”,...