nos e sjai

En Iowa, en el corazón de Norteamérica que se cree la auténtica América sin serlo (por ejemplo, los blancos ahí constituyen el 96% de la población, mientras que a nivel nacional son menos del 75%), un letrero publicitario firmado por el Tea Party muestra juntos a Hitler, Obama y Lenin, etiquetados como representantes, respectivamente, del nacionalsocialismo, del socialismo democrático y delsocialismo marxista. Tres formas, o más bien, tres disfraces del mismo mal. Por otra parte, también en Massachusetts, uno de los estados más liberales, es posible encontrar delante de los supermercados unos activistas con carteles, donde sobre el retrato de Obama se han pintado unos bigotes al estilo de Hitler. No se trata solamente de una confirmación de que ya las iniciativas de “movimiento”,incluyendo las provocaciones, el radicalismo populista, la violencia verbal y, a veces, físicas, son hegemonizadas por la derecha.
También hay que recordar el hecho de que se trata de una derecha (y los equivalentes del Tea Party se encuentran en muchos países, Italia incluida), que rehúsa considerarse derecha, que al contrario niega la utilizad y la legitimidad de la distinción tradicional entrederecha e izquierda. Nada de nuevo. En la década de los setenta la tesis de los opuestos extremismos sostenía que las dos alas del espectro político en realidad eran lo mismo, y medio siglo antes los fascistas habían conquistado el poder y el consenso de millones de italianos afirmando ponerse más allá de los conflictos ideológicos y de clase, más allá de la política, inadecuada para expresar unasociedad compleja y fragmentada como la sociedad moderna. Sin embargo, tal vez hoy, en la época de las nuevas tecnologías y del capitalismo financiero, del trabajo inmaterial y del consumismo globalizado, la pareja derecha-izquierda esté realmente superada. Carlo Galli, estudioso de la Universidad de Bolonia, no lo cree. A la base de la dicotomía, afirma, hay un elemento característico y constitutivode la época moderna y todavía plenamente activo en el mundo actual pos-moderno: y es la “relación entre desorden como dato y orden como exigencia”, es decir el reconocimiento, de una parte, de la inestabilidad natural de la naturaleza, incluida la naturaleza humana (llena de individualismo y subjetividad: la libertad de la Revolución Francesa y el derecho a la búsqueda de la felicidad de laRevolución Americana), y de la otra la importancia de su control social (la igualdad, la “verdad evidente de por sí de que todos los seres humanos han sido creados iguales”). Derecha e izquierda han representado y siguen representando dos modos opuestos de interpretar y resolver esta contradicción. Para la izquierda el desorden de la realidad es contingente, un accidente debido a errores, debilidades,maldades, imputables a la naturaleza humana, pero recuperables por la misma con el compromiso y, sobre todo, con la razón. El objetivo, todavía inalcanzable pero siempre presente en su ideología y en sus acciones, es una estabilidad garantizada por la justicia: “su inquietud tiene un fin pacificado, su política tiene un fin liberatorio”. Por lo tanto, para la izquierda el orden es el telos, el finúltimo. Para la derecha es un medio, un dispositivo. Históricamente nacida en oposición a la modernidad, la derecha rechaza la idea de progreso, es decir de un cambio que busque la paz y la seguridad: porque no los cree posibles, porque en la realidad no ve ninguna racionalidad, sino solamente conflictos e indeterminación, una “inconsistencia ontológica" intrínseca. Coherentemente, la derechareduce el espacio de la política a lo imaginario, a la creación de mitos consolatorios de pertenencia (la religión, la nación, la raza) o de preeminencia (el éxito social o económico como premio de la virtud), tanto más absolutos y efectivos, porque se ven como un freno contra el vacío, el miedo, la entropía. Sintetiza Galli: “De una parte hay la esperanza de la paz, de la otra el miedo o el...