nose



I
El polvo de la tiza se iba asentando en la soleada clase. Harold había alineado los borradores que acababa de limpiar sobre las repisas de cada pizarra. Estaba limpiando las pizarras con una esponja que había humedecido en el fregadero del lavabo. La señorita Chalmers se había puesto el abrigo, admirando en el espejo su nuevo sombrero de primavera. Era un sombrero de paja con violetasartificiales en el ala vuelta. El sombrero casaba muy bien con los apretados rizos de oro de la señorita Chalmers y con su cutis suave y agradablemente arrebolado. Harold pensaba que la señorita Chalmers era la profesora más bonita de Ludlow High.
—No tienes que quedarte más rato, Harold.
La señorita Chalmers se le había acercado por detrás mientras él estaba soñando despierto y ni siquiera lohabía percibido. Ella estaba de pie, junto a él, sonriendo.
—El conserje limpiará las pizarras.
—Ya lo s-ss-sé, señorita Ch-Chalmers, pero me gusta hacer cosas p-p-para usted.
Harold se sentía como un tonto. Deseaba que el nudo no le subiera a la garganta cada vez que deseaba ardientemente decir algo con exactitud. El nudo le hacía tartamudear y tragar saliva.
La señorita Chalmers agachó la cabezaen la forma en que acostumbraba. A Harold le pareció que la había estado mirando durante demasiado rato: bajó la mirada hacia las manos y vio que las puntas de sus dedos estaban manchadas de tinta y que no llevaba anillos. La señorita Chalmers no se le había acercado tanto sólo para hablar con él sobre la limpieza de las pizarras. Le quería preguntar otra cosa, él lo sabía. Una ráfaga de vergüenzay de ansiedad le quemó las mejillas.
—Eres un chico tan callado, Harold... un buen estudiante, el mejor de mis clases, pero eres tan callado —iba diciendo la señorita Chalmers. Harold sabía que estaba intentando abordar la cuestión; era la forma en que la gente preparaba siempre el terreno para las cuestiones difíciles, casi como si quisieran aplazar la pregunta. Y si ella quería aplazar lapregunta, ¿por qué hacerla?
—Sí, señorita —dijo Harold. Sabía que era fuerte para su edad, que otros chicos eran tan altos como él, pero que ninguno de ellos era tan corpulento como él. Estaba orgulloso de tener que afeitarse todos los días y mientras pensaba en esto se preguntó si la señorita Chalmers se habría dado cuenta.
—Hace tiempo que quería hablar contigo, Harold —prosiguió apresuradamentela señorita Chalmers. Harold vio que estaba retorciendo los suaves guantes color lavanda que llevaba en la mano—. A veces pienso que eres demasiado callado. No acostumbras prestarte voluntario para responder preguntas en clase... y no es que tu trabajo no sea satisfactorio, lo es y mucho. Y noto que entiendes con mucha rapidez. Pero, Harold, el caso es que a menudo me parece que no estás connosotros. Pareces estar encerrado en ti mismo, como si tuvieras algún problema del que no pudieses hablar. No me gustaría que no fueses capaz de hablar conmigo, Harold. Me parece que te conozco bien. No quisiera mantenerme al margen y no ayudarte si te encontrases en alguna clase de... si tuvieras algún problema.
—No tengo ningún problema, señorita Chalmers —dijo Harold tan apresuradamente y con tantaresolución como pudo. Había observado en los mayores un deseo de creer lo que uno decía cuando respondía con prontitud y en voz alta. No es que quisiera engañar a la señorita Chalmers; le gustaba y sabía que no le hubiese hecho ninguna pregunta si a ella no le hubiese parecido que debía ayudarle. Pero también sabía que, si ella supiera lo de Betty Lou y él, no querría ayudarle, nadie querría.Tenía que guardarse sus planes para sí y todo saldría bien. Estaba seguro de que así sería.
Al darse cuenta de que la señorita Chalmers iba a hacerle preguntas personales, había tenido miedo de que hubiese visto la nota que Betty Lou le había dado en el corredor mientras iba a la clase de las dos. La señorita Chalmers podría haberlo visto; se había encargado de la vigilancia del corredor del...