Nose
Páginas: 3 (564 palabras)
Publicado: 27 de marzo de 2014
Una noche de verano
El hecho que Henry Armstrong estuviese enterrado, no le parecía demostrar que estaba muerto, ya que él siempre fue un hombre muy testarudo.
En realidad estaba enterrado; eltestimonio de sus sentidos hacían admitirlo. Su posición (boca arriba, sus manos cruzadas sobre su estómago y atadas con algo que él rompió con facilidad sin alterar su situación), el confinamientoestrecho de su cuerpo, su lúgubre oscuridad y profundo silencio, son evidencias claras imposibles de revertir.
Pero muerto… no; sólo estaba muy, muy enfermo. Aunque tenía la apatía del inválido y nogran preocupación del destino poco común que se le había otorgado.
Filósofo no era (sólo una persona sencilla y común dotada, por ahora, con una indiferencia patológica: el órgano del que temíaconsecuencias estaba aletargado. Por lo tanto, sin aprensión alguna por su cercano futuro, cayó dormido y el resto sólo era paz para Henry Armstrong.
Pero algo sucedía en la superficie. Era unaoscura noche de verano, llena de resplandores de rayos poco frecuentes que en silencio disparaban a la nube en el oeste presagiando una tormenta. Estos breves y vacilantes resplandores hacían resaltar conclaridad espantosa los monumentos y lápidas del cementerio, pareciera hacerlos bailar. No era una noche en la que cualquier testigo creyente pueda perderse cerca del cementerio, pues los 3 hombres queestaban allí, cavando la tumba de Henry Armstrong, se sentían con razón seguros.
Dos de ellos eran jóvenes estudiantes de la facultad de medicina, a kilómetros de aquí; el tercero era un negrogigante conocido como Jess, quien trabajó en el cementerio como ayudante durante muchos años, y su lema favorito era: “cada alma en su lugar”.
Por la naturaleza de lo que ahora hacía, se deduce que ellugar no estaba tan lleno como lo mostraba el registro.
Al otro lado de la pared, en el terreno más alejado de la vía pública, habían un caballo y una carreta, esperando.
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El...
El hecho que Henry Armstrong estuviese enterrado, no le parecía demostrar que estaba muerto, ya que él siempre fue un hombre muy testarudo.
En realidad estaba enterrado; eltestimonio de sus sentidos hacían admitirlo. Su posición (boca arriba, sus manos cruzadas sobre su estómago y atadas con algo que él rompió con facilidad sin alterar su situación), el confinamientoestrecho de su cuerpo, su lúgubre oscuridad y profundo silencio, son evidencias claras imposibles de revertir.
Pero muerto… no; sólo estaba muy, muy enfermo. Aunque tenía la apatía del inválido y nogran preocupación del destino poco común que se le había otorgado.
Filósofo no era (sólo una persona sencilla y común dotada, por ahora, con una indiferencia patológica: el órgano del que temíaconsecuencias estaba aletargado. Por lo tanto, sin aprensión alguna por su cercano futuro, cayó dormido y el resto sólo era paz para Henry Armstrong.
Pero algo sucedía en la superficie. Era unaoscura noche de verano, llena de resplandores de rayos poco frecuentes que en silencio disparaban a la nube en el oeste presagiando una tormenta. Estos breves y vacilantes resplandores hacían resaltar conclaridad espantosa los monumentos y lápidas del cementerio, pareciera hacerlos bailar. No era una noche en la que cualquier testigo creyente pueda perderse cerca del cementerio, pues los 3 hombres queestaban allí, cavando la tumba de Henry Armstrong, se sentían con razón seguros.
Dos de ellos eran jóvenes estudiantes de la facultad de medicina, a kilómetros de aquí; el tercero era un negrogigante conocido como Jess, quien trabajó en el cementerio como ayudante durante muchos años, y su lema favorito era: “cada alma en su lugar”.
Por la naturaleza de lo que ahora hacía, se deduce que ellugar no estaba tan lleno como lo mostraba el registro.
Al otro lado de la pared, en el terreno más alejado de la vía pública, habían un caballo y una carreta, esperando.
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El...
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