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llegado del campo y que tal vez tuviera que salir con ella; le pidió que volvieraa llamarla
diez minutos más tarde; ya entonces habría hablado con Marcela y sabría qué iba a
hacer.
Gauna preguntó a la hija del tendero si podía quedarse un rato.La muchacha lo
miraba con sus grandes ojos verdes, en forma de pera; tenía dos largas trenzas, era muy
pálida y parecía sucia. En honor de Gauna, puso en el gramófonoAdiós, muchachos.
Mientras tanto el tendero discutía laboriosamente con un viajante de comercio que le
ofrecía "un producto muy noble, unas pantuflas con fieltro". Eltendero estudiaba sus
boletas y porfiaba que en veinticinco años al pie del mostrador nunca oyó hablar de
calzado con fieltro. Tal vez por la innata falta de escrúpulosen la manera de pronunciar,
no percibían diferencias entre el fieltro que ofrecía uno y el fieltro que rechazaba el otro;
no se ponían de acuerdo: hablaban yhablaban, despreciándose mutuamente esperando
cada uno, para contestar, que el otro callara, sin haberle oído, sin prisa, con indignación.
Gauna volvió a llamar a Clara. Éstale dijo:
-Es un hecho, querido. No salgo con vos. Mañana a la tarde te espero en el teatro.
Por lo que sucedió después, todo lo ocurrido esa tarde tiene importancia, ola tuvo en
el alma de Gauna. Este, cuando salió de la tienda, se dirigió a su casa, tarareando el
tango que oyó en el gramófono. Larsen había salido. Gauna pensó iral Platense y ver a
los muchachos; o visitar a Valerga; o hacer cualquiera de estas cosas y proseguir la
investigación, tan lejana ya, tan olvidada, de los hechos de
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