Nota A Color

Salí de la oficina donde trabajo, y como todas las tardes a las seís en punto, me voy a la plaza a tomar un poco de aire. Queda cerca de mi trabajo y este hábito que tomé lo adquirí de mi padre;también oficinista que le gustaba oxigenarse con el pulmón verde de los árboles, que son los más legítimos recidentes que la pueblan. A veces parece que soy una maníaca por esta costumbre heredada, perohoy que tengo veintún años, me doy cuenta que no es así. Me gusta tanto que disfruto la hora y cuarto que me quedo contemplando la existencia de todo un mundo que pasa por aquí.
Ahora mismo contemplolos contornos de los árboles añejos; sus cortezas gruesas y ásperas hacen notables sus figuras, y también me asombra como a su alrededor el pasto forma una alfonbra verde, como un cielo terreno.Y enél mutitudinarias flores plantadas por la mano del hombre, y otras silvestres hacen una imágen sublime, mis retinas la toman como ese cotidiano recreo de bienestar.
La gente pasa y deja su aureola dedignidad y de mala sangre, sin embargo todavía en sus órbitas oculares se pueden observar que hay un sentido de alegría, que como la esperanza, es lo último que se pierde.
Seís y cuato, a esta horauna parejita de tótolos caminan encaramelados, son alumnos del colegio privado, del Sagrado Corazón de Jesús, si los vieran sus preceptores, seguro los retarían. Van como pegados, dos en uno, como unafusión efervescente, que ahora los hace dueños del mundo, pero quién sabe que pasará en un futuro, todo cambia, hasta el amor que se conjuga con la inocencia, juramentos que ahora pienso que son vanos,y lo digo por experiencia. Y gual los espero, siento que es como pensar que tal vez cambien la historia y tengan mejor suerte que uno.Aquí vienen, hoy están tomados de la mano, pero ella está seria,sombría, que habrá pasado, se apagó el fuego?, en fin...
Gente extraña también son mi pantalla gigante, y las hay de todos los colores y sectores. Cuanta vida se funde en el aire, se rozan, chocan...