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INTRODUCCIÓN
Maestros y profesores, padres, vecinos y, en general, casi todos los grupos y sectores sociales se muestran hoy preocupados por lo que se percibe, a veces como un fenómeno nuevo, otras como una evolución sin control de situaciones anteriormente manejables: la violencia en la convivencia escolar. Esta preocupación y el fenómeno que la suscita no son exclusivos de nuestro país.Tampoco son exclusivas las explicaciones que se pueden dar sobre sus causas, las formas en que se manifiesta, los efectos que produce sobre quienes lo viven a diario y aquellos que se pueden avizorar a mediano y largo plazo.
Desde el retorno al orden constitucional en nuestro país, a fines de 1983, educar para la construcción y el afianzamiento de la democracia se constituyó en uno de losprincipales objetivos para la escuela a la que, durante la dictadura militar, se le había asignado fundamentalmente una función de disciplinamiento social. Los años siguientes vieron incrementarse los problemas de convivencia escolar, particularmente en el nivel medio, muchas veces producto de la disconformidad de los estudiantes con estructuras institucionales y contenidos educativos que seguíantransmitiendo un modelo perimido.
Los cambios curriculares de la década siguiente actualizaron los programas de estudio, que incluyeron explícitamente y con profundidad las temáticas vinculadas con la formación ciudadana y la educación para la paz y los derechos humanos, en todos los niveles del sistema educativo. No obstante, el crecimiento de expresiones de violencia en las escuelas no se desaceleró.En la actualidad, el debate sobre los conflictos en la convivencia escolar y el incremento de la violencia (no todo conflicto supone un componente violento) se da en un contexto muy diferente.
Vivimos en una sociedad fragmentada que, durante los últimos años, ha incrementado los índices de todas las condiciones asociadas a la existencia de la violencia estructural: altos niveles de pobreza eindigencia, grandes sectores de la población en situaciones de vulnerabilidad, marginación y exclusión vinculados, entre otras cosas, a tasas muy altas de desempleo, la polarización social que ha generado una brecha cada vez más grande entre un reducido sector de altos ingresos y nivel de vida y sectores mayoritarios que duramente luchan cada día por la supervivencia, la escasa o casi nula posibilidadde movilidad social ascendente para la cual la educación era percibida como factor fundamental, la discriminación abierta o solapada, un sistema de justicia que, a veces por acción y muchas otras por omisión o lentitud, termina legitimando la injusticia...
Este incremento de la violencia estructural se expresa en niveles cada vez más altos de conflictividad social y en un aumento de la violenciadirecta en las relaciones personales y/o grupales. “(...) la exclusión no necesariamente genera organización y voluntad política, sino más bien individualismo, anomia y violencia social.”1
El modelo económico-político neoliberal, cuya consolidación a nivel mundial tuvo su momento culminante en la década de los ’90 y al cual pueden atribuirse muchas de las condiciones descriptas anteriormente,promovió también un profundo cambio cultural en nuestras sociedades: “(...) el individuo pasa a ser central y definido por su propia performance; está menos vinculado a la suerte de actores colectivos, orientado al mercado, al cálculo costo beneficio
y dentro de una lógica de ‘ganadores-perdedores’”.2 Esta lógica individualista fue paulatinamente permeando las concepciones y modos de actuar de losdiferentes actores sociales.
Este proceso, sin embargo, fue paralelo al acceso a la escuela media de nuevos sectores sociales, antes excluidos (la década de los ’90 muestra un incremento nacional de la matrícula del 20% en el nivel medio, secundario o polimodal). “De esta manera, las instituciones escolares estuvieron sometidas a una contradicción para la que no estaban preparadas: intentar...
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