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Encerrada en una habitación de su casa y tratando de controlar la voz agitada que la dominaba, Martha le explicaba a la operadora que su hijode 20 años sufría de esquizofrenia y que en ese momento las tenía, a ella y a su hija de 25 años, amenazadas.
“Tiene dos cuchillos. Me dijo que me iba a matar. Estácon una crisis”, se escucha en la primera de las dos llamadas que hizo Martha al 911, y que duró 7:24 minutos.
“Lleguen rápido por favor”, le rogaba la mujer deacento colombiano a la operadora, luego de especificarle la dirección de la residencia en Kendall, al sur del condado de Miami Dade, donde minutos después moriría eljoven por cuenta de varios disparos de la Policía, un final que no esperaba ni tampoco quería la madre del joven.
Mientras que la patrulla arribaba, Martha describíala vestimenta de su hijo: “tiene un pantalón blanco, no me acuerdo ya que camisa tiene. Por favor entren por la puerta de atrás, está abierta”, decía susurrando ycon la voz un poco más tranquila que la que se le oía al comienzo de la llamada.
Transcurridos los minutos, y sin oírse ningún otro ruido, la operadora le pedía másdetalles de la escena a la mujer, quien intentaba descifrar qué estaba pasando con su hijo de puertas para afuera del cuarto, donde se refujiaban Martha y su hijaDaniela.
Pasados 7 minutos, la llamada termina. Y en una segunda llamada al 911, Martha, de nuevo alterada, le dice a la operadora: “Ya llegaron, ya llegaron”.
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