Novela Castellano

Pude percibir el olor de mi compañero, al lado de mi asiento. Me sentía incómoda e insegura. No es que me asustara volar, pero el ambiente de ese avión ya me dio mala espina desde el primer momento. Parecía que Dios hubiera querido concentrar todos los malos días que nadie quiere en una salita alargada, con dos alas.

Para empezar el compañero del que antes hablaba (Carl, creo que se llamaba)parecía desaseado (de ahí ese olor). Dos asientos más atrás, un bebé de apenas un año no paraba de llorar, y su madre estaba histérica. Y por si fuera poco, la azafata no parecía entender muy bien mi idioma. Parecía que todo fuese en contra de mí.

Empezaba a marearme, así que fui al baño a mojarme la cara. Esto no es muy relevante, pero cabe añadir que el lápiz de ojos se corrió por mi cara, y enefecto, parecía un mapache. Un mapache mareado. Pero poco me importaba; me encontraba todavía peor y sólo pensaba en volver a mi asiento.

Procedí a girar el seguro de la puerta del baño en que me había metido, y cuando lo hice y la abrí, no sabía si era yo que alucinaba del tremendo mareo o era la bizarra realidad. Estaba todo calmado. Absolutamente todo. Sólo oía los motores, aunque apenas,porque cuando te mareas sientes como si te taparan las orejas con dos vasos.

En primera fila, un señor y su hija quinceañera dormían plácidamente. Me extrañó el yogur helado que el padre llevaba en la mano izquierda. No hay nada de malo en un yogur helado, pero lo que se me hacía raro era el hecho que no se lo terminara antes de predecir una cabezadita. Más atrás, una pareja china también dormía,y a la derecha, un matrimonio hacía lo mismo. De hecho, todos los pasajeros hacían lo mismo.

Notaba un cierto olor como a alcohol por toda la sala. El avión, inundado de un silencio quiso decirme algo, o eso pensé. Cuando oí las únicas voces que se presentaban en los últimos tres minutos que me había quedado observando el panorama, me di la vuelta y reaccioné. Desde la cabina, un altavozretransmitía voces españolas. Los pilotos no parecían inmutarse. Me sentí como si fuera la única persona viva de todo el avión. Por poco tiempo.

Con mi poca visibilidad borrosa típica de una persona mareada, distinguí a lo lejos una de las azafatas que parecía no entenderme al principio. Se acercó más rápido de lo que hubiera esperado de una azafata con tacones, e intuí que corría hacia mí.

-Hola, conlo ruidoso que estaba esto al principio, y lo calmado que está ahora éste avión.
-Shh –Me dijo ella. Me entendía perfectamente. No hubiese sacado esta conclusión en aquel momento, porque pasó todo muy rápido y no sabía muy bien lo que aquella mujer pretendía. No sé cómo, ni importa, pero de alguna parte sacó un pañuelo humedecido. Y me tapó la boca y la nariz. Y yo me caía al suelo.

No sé cuántodura el efecto del cloroformo pero para cuando yo y el resto de pasajeros nos despertamos, el terror y el pánico invadía el avión. No podía tenerme en pie. El mareo ya se me había pasado, pero el suelo estaba inclinado y cientos de maletines de mano caían desde arriba hasta al suelo del avión. Todos intentamos reaccionar, pero a la azafata que durmió se había encerrado en la cabina, y abrirla eratarea imposible a no ser que contáramos con una copia de las llaves.

Nadie sabía lo que ella pretendía, pero o: 1) Nos estaba salvando de un accidente fatal, o 2) Nos estaba precipitando contra un accidente fatal. Para ser honestos aunque pesimistas, yo me decantaba más por la opción 2. Por algo nos durmió a todos…

En un intento fallido de llamar su atención para que la azafata se alejara delos mandos y se acercara al cristal de la cabina, Carl lo dio todo por perdido y se puso su máscara de oxígeno. El resto de pasajeros menos yo lo imitaron.

Se notaba la presión. No me gustan las montañas rusas, así que ya os podéis imaginar lo mal que lo pasé. Tumbada en el suelo, mirando hacia arriba mientras nos dirigíamos a una muerte segura, vi en los conductos de ventilación unos sobres. Y...