Novela de Matilda
Matilda Wormwood es una niña muy especial. Sin haber cumplido los cinco años, ya ha leído a numerosos
autores y atesora asombrosos conocimientos. Sus mediocres padres se preocupan poco por ella y la animan
a mirar la televisión negándose a comprarle libros. Ingeniosa y resuelta, Matilda se da cuenta de que es más
inteligente que sus padres y por lo tanto no presta atencióna sus ideas ridículas. Mientras están fuera acude
a leer a la biblioteca pública, de modo que cuando comienza la escuela supera ampliamente a sus
compañeros.
LECTORA DE LIBROS.
Ocurre una cosa graciosa con las madres y los padres. Aunque su hijo sea el ser más repugnante que uno
pueda imaginarse, creen que es maravilloso.
Algunos padres van aún más lejos. Su adoración llega a cegarlos yestán convencidos de que su vástago
tiene cualidades de genio.
Bueno, no hay nada malo en ello. La gente es así. Sólo cuando los padres empiezan a hablarnos de las
maravillas de su descendencia es cuando gritamos: « ¡Tráiganme una palangana! ¡Voy a vomitar!».
Los maestros lo pasan muy mal teniendo que escuchar estas tonterías de padres orgullosos, pero
normalmente se desquitan cuando llega lahora de las notas finales de curso. Si yo fuera maestro, imaginaría
comentarios genuinos para hijos de padres imbéciles. «Su hijo Maximilian -escribiría- es un auténtico
desastre. Espero que tengan ustedes algún negocio familiar al que puedan orientarle cuando termine la
escuela, porque es seguro, como hay infierno, que no encontrará trabajo en ningún sitio».
O si me sintiera inspirado ese día,podría escribir: «Los saltamontes, curiosamente, tienen los órganos
auditivos a ambos lados del abdomen. Su hija Vanessa, a juzgar por lo que ha aprendido este curso, no tiene
órganos auditivos».
Podría, incluso, hurgar más profundamente en la historia natural y decir: «La cigarra pasa seis años bajo
tierra como larva y, como mucho, seis días como animal libre a la luz del sol y al aire. Suhijo Wilfred ha
pasado seis años como larva en esta escuela y aún estamos esperando que salga de la crisálida». Una niña
especialmente odiosa podría incitarme a decir: «Fiona tiene la misma belleza glacial que un iceberg, pero al
contrario de lo que sucede con éste, no tiene nada bajo la superficie». Estoy seguro de que disfrutaría
escribiendo los informes de fin de curso de las sabandijas de miclase. Pero ya está bien de esto. Tenemos
que seguir.
A veces se topa uno con padres que se comportan del modo opuesto. Padres que no demuestran el
menor interés por sus hijos y que, naturalmente, son mucho peores que los que sienten un cariño delirante.
El señor y la señora Wormwood eran de ésos. Tenían un hijo llamado Michael y una hija llamada Matilda, a
la que los padres consideraban pocomás que como una postilla. Una postilla es algo que uno tiene que
soportar hasta que llega el momento de arrancársela de un papirotazo y lanzarla lejos. El señor y la señora
Wormwood esperaban con ansiedad el momento de quitarse de encima a su hijita y lanzarla lejos,
preferentemente al pueblo próximo o, incluso, más lejos aún.
Ya es malo que haya padres que traten a los niños normalescomo postillas y juanetes, pero es mucho
peor cuando el niño en cuestión es extraordinario, y con esto me refiero a cuando es sensible y brillante.
Matilda era ambas cosas, pero, sobre todo, brillante. Tenía una mente tan aguda y aprendía con tanta
rapidez, que su talento hubiera resultado claro para padres medianamente inteligentes. Pero el señor y la
señora Wormwood eran tan lerdos y estabantan ensimismados en sus egoístas ideas que no eran capaces
de apreciar nada fuera de lo común en sus hijos. Para ser sincero, dudo que hubieran notado algo raro si su
hija llegaba a casa con una pierna rota.
Michael, el hermano de Matilda, era un niño de lo más normal, pero la hermana, como ya he dicho,
llamaba la atención. Cuando tenía un año y medio hablaba perfectamente y su vocabulario...
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